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Hasta ahí, ninguna novedad. Es lo mismo que nos ha dicho el Dane en sus estudios, que ya no conmueven a nadie, igual que las cifras de desempleo en Ibagué. Lo novedoso es el concepto de ‘exclusión productiva’, el cual se basa en tres elementos: pobreza monetaria, inclusión laboral y protección social, educación y capital humano. En otras palabras: ingreso, empleo y formación.
Desde el presidente Virgilio Barco, no se ha vuelto a pensar en una estrategia seria y sostenible de lucha contra la pobreza. Los gobiernos posteriores hicieron énfasis en políticas basadas en subsidios, en un acto de reconocimiento del calamitoso estado en el que vive la inmensa mayoría de la población.
Así nacieron los programas de ‘Familias en Acción’, ‘Jóvenes en Acción’, ‘Colombia Mayor’, ‘Ingreso solidario’, ‘Renta ciudadana’, y muchos otros, como el subsidio a las tasas de interés, que en el fondo es una forma de subsidiar no solo a los pobres sino también a la banca. Todos, sin duda, legítimos y bien intencionados. Sin embargo, la pobreza sigue aumentando, como bien nos lo recuerda el documento de la ONU. ¿Cuál es el techo de este modelo que ya supera los 80 billones?
Esta semana le escuché al exsenador Jorge E. Robledo una reflexión que parece de Perogrullo: “Colombia tiene un capitalismo de 6.000 dólares de ingreso per cápita, y las aspiraciones de nuestra gente son de un capitalismo de 40 mil dólares”. Quedando claro que mientras no crezca la economía va a ser imposible satisfacer tales aspiraciones. Por supuesto, estoy simplificando su planteamiento. En ese mismo espacio en el que Robledo hizo dicha afirmación, la exalcaldesa Carmen Inés Cruz, insistió en algo con lo que también estoy de acuerdo: la necesidad de tener educación de calidad, como una estrategia de desarrollo.
Posteriormente, escuché a una joven empresaria, Andrea Gonella, dolerse de que tenía dificultades para conseguir trabajadores. Algo que a primera vista parece ilógico en un municipio con elevadas tasas de desempleo, con un ingreso per cápita, escuchen bien, ¡¡de medio salario mínimo!! y en el que según ‘Ibagué Cómo Vamos’, el 76 % cree que es muy difícil encontrar trabajo. Que resuciten Smith y Keynes para que me lo expliquen.
Algo no estamos haciendo bien. Necesitamos que la economía crezca (por supuesto), que la gente tenga mayor capacidad de compra (indispensable), y que las empresas sean prósperas y generen más empleo (determinante). La lucha contra la pobreza y el subdesarrollo demandan algo más que subsidios. Se requiere repensar la oferta educativa, y sobre todo la calidad y la pertinencia. El presidente Petro en su campaña habló de la necesidad de desarrollar el capitalismo, que es lo mismo que plantea Robledo en su crítica al capitalismo de los seis mil dólares. Todo esto me hace reflexionar sobre qué tendríamos que hacer para elevar el ingreso promedio en Ibagué, siquiera a un salario mínimo.
Esa debería ser la meta común para los próximos cuatro años, lo cual no se conseguirá con más burocracia. Hay que revisar las actuales políticas locales de empleo, formalización, educación y emprendimiento (si es que existen) pues son clave para luchar contra la pobreza, que solo conviene a los traficantes de las necesidades populares. Se requiere inclusión productiva, como lo plantea la ONU, interesante concepto sobre el cual hay que profundizar, ahí puede estar la clave.
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