El Mangostino de Plata

Guillermo Pérez Flórez

Bastaron dos simples acordes y el anuncio de la maestra de ceremonias de que en agosto se celebraran los cincuenta años del 1º Festival Nacional de Solistas del Tiple, el Mangostino de Plata, para que mi mente se devolviera cincuenta años y volase desde el ‘Teatro Tolima’ en Ibagué, hasta la plaza José Celestino Mutis en San Sebastián de Mariquita. Se abrió el cajón de los recuerdos, y comenzaron a desfilar nombres y acontecimientos que se atropellaron unos a otros, tratando de salir de la cárcel del olvido.
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Estaba de alcalde a José Ignacio Arciniegas Herrán, un periodista que decidió hacer de Mariquita la cuna del tiple, un instrumento indisolublemente ligado a la música andina, casi siempre como acompañante de la guitarra, que allí alcanzó una entidad mayor, la de protagonista principal. Era 1973. Cursaba cuarto año de bachillerato, y con un amigo, Álvaro Sánchez, se nos ocurrió que podríamos organizar también el festival de la canción del Norte del Tolima. La idea fue rápidamente acogida por varias personas, entre ellas el maestro de música Alberto de la Roche, quien se encargó de organizar una orquesta de planta. Así, el 7 de agosto se llevó a cabo un evento para escoger las canciones inéditas que se llevarían al Festival el 12 de octubre siguiente.

Estos dos festivales constituyen los antecedentes de lo que hoy es el exitoso Festival Nacional de Música, el Mangostino de Oro, que llega a su versión número 28, lanzado la noche del viernes en el Teatro Tolima y que ha sido posible gracias a la constancia y al tesón de Bladimiro Molina y de la Corporación Corarte. No sé qué tanto influyeron en él los episodios culturales del 73 y la actitud cívica de personas como Hernando Ávila Vanegas, Esther Julia Cárdenas, Alex González, Darío Pérez, Alberto Triana, Carmen Elisa Velásquez y muchos más. Molina los vivió de cerca, recién llegado a Mariquita, de hecho, participó como intérprete. Hubo una ola cívica, un deseo colectivo de hacer cosas para darle realce al municipio. Se organizó un grupo de Guías de Turismo (del cual salieron varios matrimonios), y el pueblo se volcó a trabajar por un propósito común: hacer de Mariquita un destino cultural y turístico, sin mucho aspaviento. La empresa privada fue determinante, hizo pequeños pero significativos aportes. Ecopetrol me dio de premio una guitarra, y yo conquisté a una muchacha, que habría de acompañarme en la travesía existencial y darme dos hijos.

De 1973 tengo recuerdos imborrables. Los conciertos de tiple de los hermanos Martínez, y el ‘Negro’ Parra en el Colegio Santa Ana. Las puestas en escena musical en una abigarrada plaza Mutis durante el Festival. Ese año alcancé a acariciar la idea de realizarme a través de la música, y también ese año la vida me arrebató medio corazón, pues el cáncer se llevó a mi madre, siendo una joven de cuarenta y dos años. Ese año marcó el inicio de una época convulsa y violenta en América Latina, con lo que fue Santiago ensangrentado el golpe de Estado a Salvador Allende y su suicidio en el bombardeado Palacio de la Moneda tras el 11 de septiembre. Ese año, el Ejército mató tres veces a Tiro Fijo y Misael Pastrana anunció el desmantelamiento del ELN con la Operación Anorí, mientras nosotros cantábamos.

Bastaron dos simples acordes para que una avalancha de recuerdos se me viniera encima. ¡Cómo pasa el tiempo!, compadre.

 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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