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Sin embargo y cuando parecía que la coalición se fortalecía, durante el reciente cara a cara de Semana y El Tiempo, sin que mediara discusión previa al interior de la coalición como era de esperarse, frente a ese auditorio multitudinario y ante el asombro de los participantes, increpó duramente al aspirante Alejandro Gaviria, por haber aceptado el respaldo de los senadores Germán Varón y Miguel Ángel Pinto porque eran políticos de maquinaria que acarreaban corrupción y acto seguido le dio un ultimátum a quienes la habían acogido con generosidad, para que aceptaran sin reparo sus posturas y procedieran a expedir el respectivo protocolo, o de lo contrario abandonaría el Centro Esperanza.
Hoy sabemos que ella abandonó la coalición y dinamitó un proyecto político que era una esperanza de cambio para este país. Y aquí cabe preguntarse: tiene Ingrid Betancourt la autoridad moral suficiente para presentarse como la heroína de la lucha contra la corrupción, cuando en el pasado, como senadora, estuvo acompañada en sus luchas por Carlos Alonso Lucio, condenado e inhabilitado por la Corte Suprema de Justicia por corrupción?. Y ahora, tampoco dijo nada frente a la candidatura al senado del verde León Fredy Muñoz hoy también procesado en la Corte.
A quién beneficia esa carga de profundidad, ese puntillazo definitivo que Ingrid de dio a la Coalición de la Esperanza? Sin ser suspicaces recordamos que no hace mucho manifestó que tenía su corazón partió entre Álvaro Uribe y Santos. Lo que ella hizo no ayuda para solucionar los grandes males de este país.
.-* Y como estamos en vísperas de elecciones, les comparto este pensamiento del poeta antioqueño Fernando Rendón. “Si comprendieran al fin cuanto depende su vida y el porvenir de todos los colombianos de este voto en sus manos, no dudaría en votar: por las víctimas que viven en la memoria; por las viudas y los huérfanos del desastre; por los campos arrasados y quemados; por los hijos en peligro desde siempre; por la vida todavía a la deriva; por el dolor de esta conflagración interminable; por la muerte que se jacta en su desprecio cotidiano a la vida. El cambio es la vida. El continuado estancamiento es la muerte de Colombia”.
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