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Finalizando 1966 el Director del Núcleo Escolar San José de Dolores, solicitó a sus alumnos traer piedras para sacarle filo a los machetes y uno de ellos llegó con una cabeza de un ser humano tallada en una piedra. Por invitación de dicho profesor viajé con otras personas a ese núcleo y le pedimos al estudiante que nos mostrará el sitio donde había encontrado la piedra. Con un vecino de la región y con la aquiescencia de Rafael Parga Cortes, quien tenía una finca -La Montaña- cercana, se sacó excelente material arqueológico, que de inmediato era trasladado a la biblioteca de la UT, de la cual yo era su director, allí se encargó de su organización a una funcionaria de confianza del rector Parga.
El hallazgo fue compartido con dos profesores de la UT que no tenían ni idea de arqueología, pero comenzaron a visitar la región. Posteriormente la universidad cedió un salón de profesores para organizar las piezas arqueológicas y así se comenzó a darle vida a la idea de un Museo Arqueológico, un compromiso adquirido por el entonces rector Rafael Parga Cortes al momento de mi ingreso a la UT.
Vale la pena destacar la ética y honestidad intelectual de un profesor de la misma universidad, quien en un libro que publicó la Institución, se atribuye el rol de descubridor y organizador de toda esta aventura, y me hace figurar como su auxiliar, como dicen ahora los jóvenes, yo era el que le cargaba la maleta.
Los que estudiamos historia con Víctor Bedoya y Héctor Villegas podemos hablar de historiadores del Tolima. Pero ahora aparecen historiadores por todas partes, algunos especializados en temas, radio por ejemplo y con títulos por ellos mismos otorgados.
El loquito Viana que pasaba días investigando en el Archivo Nacional y de los pueblos, publicó un libro que fue fusilado en su totalidad y originó una demanda, después de haber sido bendecido por la Academia de Historia del Tolima.
Los historiadores de Mariquita han olvidado que la primera liberación de esclavos de América la hizo José Antonio Galán en ese municipio en la mina de Malpaso, a pocos kilómetros del pueblo. Están los socavones de la mina y los pobladores de la vereda conocen el cuento.
Los historiadores de Ambalema no recuerdan el paso de Galán por esas tierras y los comisionados que envió desde allí a otros pueblos a prender las ideas de la revolución.
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