Buenaventura ahora

Buenaventura es inexplicable. Es el principal puerto del país, es la puerta hacia la región del mundo con mayor potencial de crecimiento. Es uno de los lugares de este país a donde la gente va a hacer plata y lo hace exitosamente porque un puerto es una fuente inagotable de oportunidades.

Como en Panamá, la selva y la biodiversidad están ahí, en la otra acera. Podría ser un embrión de Singapur en el Pacífico, una Hong Kong latina, un Seattle invadido por la salsa, una Costa Rica con mucho más que ver y hacer, la puerta de oro a uno de los destinos tropicales más interesantes del mundo.

Pero no es nada de lo anterior. Es el corazón de las tinieblas. No hay como llegar allá. Ninguna aerolínea comercial vuela al principal puerto de Colombia, y si se va por tierra se corre el peligro de no llegar o de quedar detenido indefinidamente al borde de un precipicio.

Esta semana anunciaron los transportadores un paro para protestar por el estado de la carretera. Se hubieran podido ahorrar el esfuerzo porque se accidentó un camión y nadie pudo transitar.

La construcción de una carretera de doble calzada, probablemente inadecuada e insuficiente, le fue asignada a una de las principales firmas colombianas de ingeniería civil, pero tiene tantas obras a su cargo ha podido darse el lujo de dejar esta tirada, a pesar de ser la principal carretera del país.


Es tal el abandono en el que la tienen que todavía no hay un diseño definitivo para el tramo de la obra entre el valle del Cauca y el mar, y la semana pasada estuvieron unos funcionarios en la ciudad socializando con el sector privado la idea de en algunos trayectos fuera una autopista de dos pisos.


La gente allá ni se indignan o se pone a pensar cómo sería un derrumbe en esa carretera, porque hace décadas que van los funcionarios a hablar de lo que no sucede.


Al puerto número uno de Colombia lo alimenta parcialmente un trencito raquítico que escasamente puede arrastrar un par de vagones en el ascenso hacia el valle del Cauca y la zona cafetera. Lo opera una firma que propuso conectar al Pacífico con el resto del país.


Pero esa propuesta por ser para construir un tren de verdad y estar financiada suscitó tanto escepticismo entre las autoridades que los proponentes tuvieron que resignarse a comprar el trencito antediluviano para demostrar que si se puede.


El obispo de Buenaventura se queja de que esa ciudad “es un enfermo terminal” (que no tiene ni hospital). Y llegan noticias de otras ciudades del Pacífico que ponen sobre la mesa lo que se está perdiendo por la desidia y el descuido en el que está Buenaventura, en donde fuera del puerto lo único que parece florecer es el crimen y la violencia.

En Valparaíso van a duplicar la capacidad portuaria y para hacer compatible el progreso del puerto con el de la ciudad están emprendiendo un vigoroso programa de renovación urbana.

En Callao, los operadores privados han duplicado la capacidad portuaria en siete años. Panamá ya maneja en sus puertos siete millones de contenedores y no dan abasto.

Lo que les sobra podría pasar por Buenaventura. Pero Hamburg Sud anuncia una nueva ruta para conectar a los puertos del oeste de Estados Unidos con Ecuador y con Perú que no para en Buenaventura porque si el propio país la ha condenado a la tierra del olvido, otros no la van a tener en cuenta.

Credito
RUDOLF HOMMES

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