El término utopía, se utiliza en varios idiomas para definir algo intachable o ideal y, a la vez inalcanzable. Tal parece que los tolimenses de hoy en día viven es, en la Isla de Utopía. Según sus dirigentes y el séquito de áulicos que los rodean, aquí no pasa nada, todo está perfecto. Todo funciona a las mil maravillas y, adicionalmente, tenemos que “agasajar”, condecorar y premiar a los que terminan su mandato, gestión para la que resultaron seleccionados por el voto popular.
En otras palabras, solamente el hecho que finalicen su período y, no terminen “enredados” –por el momento- es algo que la ciudadanía tiene que aplaudir. Y, encima de todo, se les sale a deber. De ahí, la cascada de convites que se presentan por estos días en nuestro Tolima. Lo más factible es que los mandatarios salientes estén pensando en candidatizar sus señoras, primos, tíos, sobrinos, o, ellos mismos, ya sea para las próximas elecciones de Congreso o, más adelante, para las regionales, en poco menos de cuatro años. Mejor dicho, lo que nuestro “sistema democrático” permita.
Los tolimenses vivimos en la Isla de Utopía. Aquí no pasa nada, todo está caminando sobre ruedas. Incluso, nos damos el lujo de desdeñar lo que sucede a nivel nacional, a excepción de algunos medios como “El Nuevo Día”. A esta Isla y su dirigencia, poco les importa el gran cuestionamiento por el que está atravesando el sistema político de nuestro país. No tienen ni idea, “lo que les va pierna arriba”. A propósito, ¿dónde está la opinión de la clase política? Al único que vimos en los medios nacionales fue al ecologista Renzo García, defendiendo su ambientalismo.
Frente a lo que aconteció en las principales ciudades del país, el 21N y que sigue repicando, los Tolimenses, estamos aparte. Debe ser, tal vez que, “la mermelada”, crea amnesia entre las personas que más la utilizan o, que tal vez, el “mea culpa” los lleva a mirar para otro lado, a desentenderse de lo que sucede para no sentirse culpables.
Por estos días, el exministro Gabriel Melo Guevara lanzó un libro intitulado “A dónde vas, Democracia?“, en el que, el afamado profesor de Derecho Constitucional analiza muy acertadamente los riesgos a los que se ve enfrentado nuestro sistema político. Esos riesgos que, precisamente, los tolimenses de la Isla de Utopía no quieren ver.
Melo Guevara en reciente entrevista para la Revista Semana y refiriéndose a la corrupción y la compra de votos dice textualmente “ …. Las ilegitimidades desacreditan las reglas. La comunidad les pierde el respeto, introduciendo un factor de desmoralización que precipita la decadencia de los Estados. La compra del voto es la perversión de la Democracia, porque nace de un delito contra ella. Y, la obediencia a la autoridad queda por el suelo si la investidura tiene un origen espurio. ¿Quién respetará la Ley, si sabe que la hizo un legislador que le compró el voto? para él no es legislador, sino cómplice“.
Pues bien, así estamos en nuestro Tolima. Muy seguramente, dirigiendo la mirada hacia otro lado: culpables, por acción o por omisión. Dicen que, la compra de votos en todos los sectores de la geografía del Departamento fue, como en la mejor época de “los traquetos”. Estamos tratando de “tapar el sol, con las manos“. Todo está perfecto. Nada es cuestionable. Todo es legítimo. No queremos mirar la realidad. Nos preocupa más, qué color de corbata nos vamos poner para no desentonar con el homenajeado en la exaltación o, si el vestido de la fémina que nos acompaña, resalta con el traje que vamos a lucir. Aquí no pasa nada. El 21 de Noviembre no existió. Los tolimenses vivimos en la Isla de Utopía. ¿Quién sabe, hasta cuándo?
Adendo: Me resisto a creer que haya desocupados que estén hablando de “el nuevo Santofimio”, refiriéndose a Barreto. Nada que ver. Distintos orígenes. Perfiles diferentes. “La cohabitación” política, tan exitosa en países como Francia, se dio en la época Santofimista. El tema es, electoralmente, de simples sumas y restas. Como decimos en el Sur del Tolima: “Cada loro en su estaca y cada niño con su boleta“.
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