Cerrando ciclos

Hugo Rincón González

Corría el año 1980 y vivía en un municipio del sur del Tolima. Era una mujer joven con deseos de salir adelante como muchas y muchos de un terruño que ha tenido tres presidentes de la República.
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Como sucede ahora, las oportunidades para la juventud eran nimias. Los sueños pasaban por emigrar a la capital del país o buscar otra ciudad donde poder estudiar para salir adelante. Cuando tomó el bus de Cointrasur en una madrugada, supongo que pensó en lo que dejaba atrás: su madre, hermanas y hermano, sus amigos y amigas, los recuerdos de buenos tiempos en los bailes, en los partidos de basquetbol donde se destacó como una importante jugadora y competidora. Era un salto hacia adelante sin saber que le deparaba el destino y la vida.

Llegó a una ciudad fría y hostil como siempre ha sido. Una ciudad que desde que tengo memoria vive en construcción. Los inicios fueron en casa de un familiar que ya no quiere recordar. Desde ahí empezó su búsqueda de opciones de trabajo en un lugar sin mayores amistades. Con perseverancia y obstinación fue encontrando oportunidades que significaron gran sacrificio. Ella seguramente se comunicaba con mi madre por cartas, no lo recuerdo, puesto que aún era lejano el momento de la aparición de la tecnología contemporánea.

Esa mujer es mi hermana. Un poco mayor que yo. Una mujer de signo escorpión con un gran temperamento. Su lucha siguió y como una guerrera se fue acomodando en los trabajos que consiguió. En algún momento fungió como hermana cuidadora de mi hermana menor que también viajó a esa ciudad a buscar un mejor futuro. Es de carácter fuerte pero solidaria. Le gusta cuidarse desde siempre y es infatigable en el baile y en sus clases de danza en el gimnasio.

Empezó a estudiar varias carreras, pero por esas decisiones que se toman en la vida no terminó ninguna. Conoció su gran amor en un trabajo donde el destino los puso juntos. Fruto de ese amor nació su única hija que en la actualidad vive en otro continente haciendo su vida al lado de su esposo.

Conmigo ha sido especial. Siendo tan parecidos, nos entendemos. Me cuida cuando la visito, le gusta conversar y compartir los pocos momentos donde nos juntamos. Cocina delicioso y es amante del orden y el aseo, algo que genera contrariedad por momentos con quienes, como yo, osamos subvertir ese estado de cosas.

La vida corre vertiginosa, hoy la juventud, aunque se conserva bastante bien, es más bien un recuerdo del ayer. Llega el momento de la aparición de los males, esos achaques que inexorablemente nos visitarán a todos, que requieren cuidados, manos cercanas y amigas para buscar ayuda cuando sea necesario.

Después de muchos insomnios, ante la realidad de la ausencia de sus seres queridos toma una decisión que significa mucho para ella: abandonar el terruño que le brindó oportunidades, en el que vivió durante más de cuarenta años. Es hora de que encuentre una red de apoyo que la acoja, la quiera con todo su ser y esté dispuesta a brindarle una mano cuando ella lo necesite.

Esa red de apoyo somos sus hermanos, sobrinos y sobrinas que le queremos dar un abrazo de bienvenida a su nueva vida junto a nosotros. La acogemos y queremos decirle que somos y seremos su compañía, su mano amiga cuando lo requiera.

Hoy cuando esté abandonando la fría capital, espero que sus pensamientos sean distintos a los de hace más de cuatro décadas. Uno de certeza de una acogida, de unos brazos que desean abrazarla y apoyarla. La quiero mucho hermana Stella, sabe que puede contar conmigo, no una vez, sino siempre.

 

Hugo Rincón González

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