No avanzamos

Hugo Rincón González

Se fue acercando lentamente. Su rostro traía una sonrisa. Es un líder social veterano de mucha experiencia en su municipio.
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Me saludó efusivamente y de una vez me preguntó: “¿Qué proyectos nuevos hay para mi organización? tenemos muchas necesidades”. “Aquí los alcaldes y los políticos nos dicen que nos asociemos para recibirlos y que después no nos olvidemos quien hizo posible lo que nos dan”. Esta conversación es ilustrativa de lo que ha acontecido con el capital social en los 47 municipios del departamento del Tolima. Hay muchas “organizaciones” para hacer cosas. La mayoría de una extrema debilidad puesto que solamente son activos entre 2 y 3 personas.

Siguiendo la conversación con el líder decía: “Con un exalcalde del municipio hablamos de esta situación”.  Comentó: “…hay más de 200 expresiones organizativas aquí. Se cuentan con el dedo de una mano las que realmente son fuertes”.  El me miró con unos ojos serenos y me dijo: “Es cierto, aquí quienes más se interesan en los asuntos comunitarios son las mujeres. Ellas deben tener el consentimiento de sus esposos para asistir, lo hacen porque tienen mayor compromiso que los hombres”; los estudios realizados sobre participación comunitaria en el país así lo confirman.

Crear organización social debería ser una decisión de la gente de los territorios. En Colombia las grandes expresiones organizativas han surgido por iniciativa del Estado. Las Juntas de Acción Comunal se crearon durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo, a través del Decreto 1930 de 1959 y buscaban con ellas la participación ciudadana en el desarrollo local. La asociación campesina ANUC se creó en 1967 durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo. Su propósito: defender y representar a los campesinos colombianos promoviendo una reforma agraria.

Que el Estado las promueva fue necesario en su momento, pero es imperativo que la gente de los territorios tome acción creando por iniciativa propia las que se requieran en defensa de sus intereses. En el sur del Tolima la oferta generosa de la cooperación ha propiciado la creación de organizaciones. Estas surgen por la exigencia de que la gente debe estar asociada. Se juntan y aprovechan la oferta de proyectos. Cuando estos terminan, la organización se diluye y muchas veces se liquidan. En concreto, la oferta de proyectos estimula la organización por el interés de recibir el beneficio. Cuando finaliza, la expresión asociativa desaparece.

Intentaba reflexionar sobre este aspecto y otros con el líder que se mostraba interesado en el tema. “Es verdad, personalmente he estado participando en más de una. Aprovechamos la oferta y luego la organización se acaba. Así es muy difícil verdaderamente.” “Exacto, dije yo. Sin una organización fuerte el desarrollo territorial seguirá siendo esquivo. Las organizaciones sociales no deben surgir de coyunturas u ofertas efímeras de las instituciones”.

La conversación finalizó cuando el tiempo de descanso de la jornada de capacitación llegó a su límite y mi contertulio se fue retirando lentamente y mientras se acercaba a su puesto desde donde recibía la clase, se rascaba la cabeza y le oí decir: “… de razón que no progresamos como queremos. Ha habido inversión, pero me queda claro que si no nos organizamos, no avanzamos”. Sabia conclusión pensé yo, ojalá esta reflexión la pueda replicar con muchas personas de otras organizaciones para que haya un cambio positivo y este terruño consolide el desarrollo expresado en el mejoramiento de la calidad de vida de los tradicionalmente excluidos.






 

Hugo Rincón González

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