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No obstante, con ello, también vienen las lamentaciones y los guayabos, pues en este tipo de actividades, también se generan sucesos desafortunados, especialmente por el uso excesivo de alcohol y otro tipo de sustancias que afloran lo peor del ser humano. Basta con mirar titulares por estos días para darnos cuenta de la irresponsabilidad de muchos cuando están alicorados, no solo conduciendo, sino haciendo escándalos en conjuntos residenciales y vías públicas.
La mezcla de licor con intolerancia se convierte en la receta perfecta para riñas, violencia intrafamiliar y en el peor de los casos homicidios, y allí es cuando la autoridad debe aplicar todo su rigor judicial, y yo espero que ese haya sido el caso del insolente que le pegó a un agente de policía frente al club residencial Multicentro en días pasados luego de sorprenderlo manejando borracho. El colombiano promedio carece de tolerancia, paciencia, y sobre todo es de malos tragos, pero esa no puede ser la excusa para irrespetar a la autoridad, y abusar de la fiesta y la parranda, molestando y violentando los derechos de las demás personas.
A propósito de eso, bastante inconformes están algunos leridenses, por la actitud tomada por uno de los hermanos del alcalde Andrés Hurtado el pasado 31 de diciembre, luego de que el alcalde de Lérida Marco Antonio Ospina, prohibiera por los crecientes casos de Covid, las caravanas y desfiles de año viejo por el pueblo. El señor de apodo ‘Pipe’ en compañía de un periodista de apellido Barbosa, quien al parecer organiza anualmente el llamativo evento, en esta oportunidad desafiaron la autoridad, apelando a la famosa frase del billete de 1000 de Jorge Eliécer Gaitán, y convocaron masivamente a sus paisanos para participar del evento, el cual según testigos, no fue más que una caravana de desorden, borrachos y masivos contagios. Parafraseando textualmente al joven Hurtado en uno de sus comentarios en redes sociales: “Y si Lérida se declara en desobediencia ante tan absurdo argumento solo porque el nefasto alcalde que tiene no le gustan las fiestas ni los desfiles”.
¿Qué pasaría si el mensaje que puso el hermano del alcalde Hurtado, lo hubiera puesto un ibaguereño ante las pasadas restricciones que han regido en la ciudad?
El ejemplo empieza por casa, y desde luego, no tiene culpa el alcalde ibaguereño, pero así no se puede. Ojo con los guayabos, y no solo con los del licor, sino con los guayabos morales para que después no hayan arrepentimientos.
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