Sobre el asesinato de Mauricio Leal y su madre

Juan Manuel Díaz

Horrorizado e indignado quedó el país esta semana luego de la confesión de Jhonier Leal, hermano del reconocido estilista Mauricio Leal, quien luego de la presión del delegado de la Fiscalía, aceptó su culpabilidad en el asesinato de su hermano y su madre, ocurrido el pasado mes de noviembre.
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Gracias a la virtualidad de estos tiempos, el país entero pudo seguir en vivo y en directo la prolongada audiencia, que en principio tuvo como característica, el cinismo del imputado al negar su responsabilidad y no aceptar cargos, para luego finalmente reconocer su culpa, aún con más cinismo y frescura, pues pese al derrame de algunas pocas lágrimas, pareció que lo dicho por este individuo lo hubiera hecho más pensando en buscar beneficios, que en ser sincero.

Lo ocurrido en este caso pone varias reflexiones de fondo. La primera es el grado de megalomanía del hoy confeso homicida, quien desde el primer momento en que salió a medios de comunicación, se mostró algo compungido, incluso posando en una de las entrevistas con una de las chaquetas de su hermano muerto. De hecho, la misma acción de salir casi que al instante de las muertes a medios de comunicación con camiseta negra y a fingir tristeza mientras planteaba falsas hipótesis para despistar a las autoridades, es un acto reprochable que evidenció la frialdad y le dio la alerta a los investigadores quienes siempre pensaron en él como primer sospechoso luego de descartar la tesis de un suicidio.

En segunda medida, tanto la Fiscalía como las autoridades judiciales, fueron efectivos y sumamente diligentes, y no hay duda que aquello se debe al reconocimiento de la víctima, quien se codeaba entre la farándula nacional, prestando sus servicios a actrices, reinas, cantantes entre otros, así como el grado de amistad y cercanía con ellos. También hay que destacar la influencia de los medios de comunicación, que pese al morbo y en algunos casos el amarillismo, han sido guardianes de la verdad y han hecho amplio seguimiento al caso.

No se puede negar que al igual que el caso Colmenares y que desafortunadamente no ha corrido con la misma suerte y hoy en día ha quedado en total impunidad, el caso de Mauricio Leal, refleja lo peor de la humanidad y la integralidad, y la grave crisis de valores de la que hemos hablado anteriormente en otras columnas. La amplia relevancia de lo monetario, sobre lo fundamental, como en este caso sería la familia.

Ningún peso podrá pagar nunca el cariño sincero de una amistad, ni la solidaridad de un buen amigo, ni mucho menos el amor de madre que es inconmensurable.

JUAN MANUEL DÍAZ.

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