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Como si esto ya no fuera nefasto, Abaco nos advierte que, actualmente, en Colombia hay cerca de 600 mil niños que, por no poder alimentarse adecuadamente, pueden tener una disminución de 14 puntos en su coeficiente intelectual, 5 años menos de escolaridad y un 54% menos de ingresos a futuro.
Por eso, no vamos a seguir postergando las decisiones para enfrentar el problema del hambre de manera estructural. El 7 de agosto declararé la emergencia económica y social para establecer una renta mínima de emergencia y así destinar recursos de manera rápida para llevar alimento a los más de 7 millones de colombianos que más lo necesitan.
También, estableceremos en nuestro primer año de gobierno zonas de producción agropecuaria rápida con inversiones que permitan incrementar la oferta de alimentos de manera eficiente. Mejoraremos las condiciones para acceder a los insumos agrícolas e iniciaremos el desarrollo de una gran industria en Colombia, con altos niveles de ciencia y tecnología, de la mano con el sector privado, para que podamos producir insumos agropecuarios de calidad –estos son los que más importamos y encarecen los alimentos-.
Todo esto irá de la mano con una inversión en vías terciarias sin precedentes en Colombia, la resurrección del Acuerdo de Paz, titulación de tierras y la ampliación de la frontera agropecuaria sostenible en más de 4 millones de hectáreas. El país, además, debe tener claro que está en juego la dignidad de nuestro pueblo y poder desarrollarnos, pues superar la malnutrición haría que nuestro PIB crezca cerca de un 11%, como lo plantea Ábaco a partir de la Universidad de Cambridge. Por eso, una Colombia sin hambre será nuestra causa.
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