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Porque, vueltos de espaldas a las enseñanzas de Cristo y a su evangelio de solidaridad, paz y amor que convoca a la mayoría de la población del mundo occidental en el período que se aproxima, terroristas encapuchados pero claramente identificados que dicen actuar políticamente a favor del cambio y de los humildes, con total desprecio por la libertad de culto y de pensamiento de los colombianos, atacaron esta vez el templo mayor del Catolicismo de la ciudad capital del país, perturbando el recogimiento de los feligreses que allí asistían, causando la alarma natural entre los partícipes de los oficios religiosos.
Una execrable conducta, que como todas aquellas que se cometen contra el libre ejercicio de los derechos fundamentales de sus semejantes en nombre del radicalismo, merecen el unánime rechazo a ser expresado a través de un multitudinario coro de protesta que ojalá cubriera todo el país católico, ya que lo importante es hacerles saber a estos miserables, que con ello, lejos de amedrentar a la población, la indignan y unen en su contra y de sus dirigentes.
Tal como viene ocurriendo con “los helenos” y las llamadas “disidencias de las Farc” en la opinión pública, a cuya generalizada repulsa no puede atribuírsele significado diverso que al repudio general a sus criminales acciones y al desprecio de que vienen siendo objeto sus organizaciones entre el grueso de la opinión mesurada y sensata.
Porque la resistencia y la unidad de la población civil han demostrado en todo tiempo y lugar, ser el arma más eficaz contra el terror y la barbarie, tal como lo evidencian los numerosos ejemplos que en tal sentido brinda la historia.
Y Colombia no puede constituir la excepción y continuar viviendo en silencio esta barbarie sin fin, expoliada por las extremas posiciones políticas de todas las formas que estas adopten en su afán de hacerse al poder, las cuales nos alejan cada vez más del desarrollo y la justicia social.
La semana mayor que adviene se nos muestra como marco ideal de reflexión y preparación para una protesta colectiva y generalizada contra tan graves circunstancias que a todos afectan.
Por ello esperamos que las plegarias que durante ella se eleven tengan el dejo de la censura contra el odio y la perversidad, en la seguridad de que mientras aquella no se dé de manera colectiva y solidaria, continuaremos alejados de Dios y de nuestros hermanos.
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