¡Feliz cumpleaños Ibagué!

Manuel José Álvarez Didyme dôme

Otro año mas desde cuando en un 14 de Octubre como el Viernes que acaba de pasar, un gitano, andaluz y señorón para más señas, llamado Andrés López de Galarza, -con las tildes, no como rezan las varias referencias que de él hacen nuestros neohistoriadores-, actuando en nombre de Fernando VII de Borbón, le dio por fundar en el occidente de Colombia, sobre la Cordillera Central de los Andes entre el Cañón del Combeima y el paso de la dicha cordillera al centro del país, hace ya la friolera de 472 años, un villorio, desde entonces mal administrado, bautizado con el extenso nombre de “Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas”, disque para que se viera que allí se estaban amalgamando las culturas Íbera, Panche y Pijao que, años mas tarde, producirían lo que eufemísticamente se ha dado en llamar el “hombre Ibaguereño”, una curiosa mezcla encarnada en un personaje que dizque ama la música y hace de la pereza una manera de enfrentar muellemente la vida.
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Este alumbramiento se produjo en una primera instancia en el exacto lugar que hoy ocupa el municipio tolimense de Cajamarca, pero como todo lo nuestro se hace en borrador, un año despues, en 1.551, viendo venir los ataques de los indígenas, los fundadores pusieron pies en polvorosa y se rebuscaron un nuevo sitio, esta vez en el cobijado paraje en donde actualmente se extiende bajo la protección de los cerros circundantes y a orillas del tutelar río Combeima.

El primer gobernante, según historia nuestro cronista raizal Alfredo Bocanegra, fue un tal Juán Bretón, parecido al que hoy hoy tenemos de burgomaestre haciéndonos vibrar, pero hispano, lo cual se debe traducir como pendenciero y malhablado.

De esa fecha a hoy, el villorrio original algo ha mudado y continuará mudando que no progresando, tanto en sus gentes como en su aspecto urbano, según el concepto de sus inefables curadores.

De unas pocas chozas pajizas con muros de cal y canto, canjilones de piedra y adoquinadas, limpias, calles, alineadas y bien dispuestas, iluminadas con candil de cebo, se ha pasado en 472 o 473 años, según la efemérides que se escoja, (original fundación o segunda, luego del trasteo), gracias a sus inefables gobernantes, a una desordenada urbe que ya supera al medio millón de desempleados o subempleados, en la que la luz escaséa tanto como el agua, pero menos que la salud o la educación, con una calle céntrica, peatonalizada y plena de vendedores ambulantes cuyo número crece y se incrementa “…como crecen las sombras cuando el sol declina…”, o sea, a diario con la tolerante actitud de sus autoridades.

Llena de Panches y Pijaos, ya que hispanos, hispanos de los atrás descritos , no quedan y no sabemos “que se hicieron”, y gracias a ello y a Dios, pasamos a la mas auténtica y genuina de las democracias, asentada en las plazas de mercado de la 14, la 21 y la 28 con olores y sabores criollos a lechona y tamal.

Pero no se crea que de aquel alumbramiento glorioso ya nada queda, porque de esa mezcla de sevillano con indio, algo tenìa que permanecer: la música guasca, la fanfarria y los voladores del campo, para que no se vea que sus hjjos y despues de tantos años de desgreño y despilfarro, siguen siendo los mismos.

 

 

MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME- DÔME

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