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Pero dado que los aspirantes apenas sí se han dado a conocer, surgen dudas sobre sus aptitudes y calidades y el conocimiento que puedan tener de la problemática que habrán de enfrentar en el desempeño futuro del cargo al cual aspiran, y si poseen o no claridad para ver resolverrla dada su complejidad, pues no bastan, no pueden bastar los deseos de ser elegidos, por buenos que sean los propósitos que los inspiran, para servirle a una ciudadanía ávida de eficaces realizaciones y requerida de óptimos orientadores de la gestión pública para ungirlos con el voto y entregarles las riendas de la futura suerte de esta musical ciudad.
Ya que Ibagué, dado el deterioro en que se encuentra, está precisado de un o una eficiente gerente y líder capaz de lograr su saneamiento financiero; prudente en el gasto y consciente de la necesidad de priorizar las inversiones con claro acento social; que se aplique con un excelente equipo a buscarle solución a los innúmeros problemas que la agobian en materia de empleo e ingreso, y en los temas vial y de transporte, habitacional y de saneamiento ambiental, educativo y de salud, y frente a la necesidad de complementación y mejoramiento de los servicios de agua, luz y alcantarillado, entre muchos otros.
Máxime cuando la ciudad ha crecido y difiere grandemente, tanto cuantitativa como cualitativamente, del villorrio de hace unos pocos años, pues por razón del aumento natural de sus habitantes y de los flujos migratorios, las dificultades han crecido por fuera de cualquier intento planificador, demandando en forma extraordinaria recursos de toda índole, pero sobre todo de opciones de trabajo y de vivienda para sus moradores.
Y es que los pretendientes a Alcalde, -no solo en Ibagué sino en casi todo el país, casi sin excepción-, adolecen de falta de claridad sobre las muchas dificultades del cargo que ambicionan desempeñar, de cara a las cuales, o desconocen sus obligaciones o se muestran indiferentes ante ellas, porque la rígida organización centralizada del Estado que rigió por décadas en Colombia, acostumbró a los munícipes a esperar la respuesta a todas sus inquietudes y a la solución a todas sus carencias y necesidades, de los “niveles superiores”, mediante jornadas de ‘lobby político’ ante toda clase de funcionarios medios o arrogantes burócratas mayores, hasta llegar al aberrante estado en que los alcaldes encomiendan la suerte del medio ambiente local a las Corporaciones Autónomas Regionales, la de la niñez abandonada o en riesgo, al ‘Bienestar Familiar’, la del deporte municipal al “Indeportes departamental”, la de las comunicaciones y educación a los Ministerios o Secretarias departamentales del ramo, la de los hospitales al Ministerio o al Servicio de Salud, y así sucesivamente, sin detenerse a estudiar si cada una de estas áreas funcionan o no adecuadamente para el habitante de su respectiva urbe y con el obvio desmedro de los niveles de bienestar comunitario y de la calidad de vida de la gente del común, acentuando de esta forma las inequidades y diferencias sociales, que son las que en últimas conducen a la pérdida de la paz y el sosiego ciudadanos.
Es el reto que se le plantea a cada aspirante: demostrar su competencia y conocimiento propios del cargo, mediante la presentación a los electores de su “plan de acción”, “sus fórmulas” y su compromiso. Mientras tanto solo habrá aspiraciones y nada más que aspiraciones, que por “amables y sonrientes” que sean, no pueden hacerlos acreedoras a ningún respaldo.
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