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En muchos de nosotros hay una especie de miedo a encarar la realidad, a reconocer la cruda y nefanda naturaleza de las medidas con que el gobierno en mala hora elegido va llevando a Colombia hacia un abismo de disolución y desgracia; no queremos mirar sus verdaderos propósitos y alcances; tenemos el mismo miedo de quien se niega a consultar al especialista que probablemente le diagnosticaría un cáncer…; los áulicos del ladino comprador de adhesiones – y los hay de todos los que fueron otrora partidos políticos con alguna ideología - , o callan acobardados o aplauden en actitud abyecta. Y él, mientras tanto, se anda por todos los palcos posibles tratando, en discursos grandilocuentes y con acentos medio apocalípticos y medio mesiánicos de proyectarse como el que tiene el secreto para salvar, no a Colombia, sino al mundo. ¡Hay que leer su farragosa despachada ante la ONU!
Hay, claro está y por fortuna, analistas más clarividentes y menos cobardones ante la aplanadora del Pacto y de sus arrodillados , que nos alertan sobre la azarosa y nefasta orientación que va marcando el nuevo régimen. Comulgo plenamente, por ejemplo, con el diagnóstico que hacen sobre el gobierno petrista el doctor Alfonso Monsalve Solórzano en su columna “Los cien días de Petro”, o Eduardo Mackenzie en la suya :”Cien días desastrosos”, o Saúl Hernández Bolívar en la que intitula “Los cien días ominosos”. Peligrosísimo me parece, y fatal, que los colombianos nos plantemos con una especie de estúpida resignación y en un silencio tembloroso ante lo que está sucediendo…
Y quiero referirme a algo que debería poner en pie de lucha a todos los que queremos conservar una patria con fundamentos éticos y antropológicos; esa patria que nos legaron los mayores y contra cuyos fundamentos de cristiana orientación avanza la labor de zapa de sus enemigos. Me refiero al proyecto de ley 229, que cursa en el Congreso; se empezó a tramitar en el pusilánime gobierno anterior, y tuvo su origen en el partido Verde; ahora va ya a segundo debate, y ha recibido el visto bueno del gobierno de Petro, cuyos ministros de hacienda y de educación, ¡qué raro!, lo han avalado; en el actual parlamento abanderan el tal proyecto la representante del Pacto Susana Boreal y Alejandro Gaviria de la Alianza Verde. Ese proyecto es, nada menos, un plan oficial estructurado y calculado para la más inicua corrupción de menores llevada a cabo, sistemáticamente, por el Estado.
Busca, según reza su texto, “promover la educación integral en sexualidad en todos los colegios”; y para lograrlo, se fija dos objetivos : el primero, “romper estereotipos”…el segundo, poner en manos del Estado, arrebatándola a los padres de familia y a los educadores privados, toda la formación moral y afectiva de los niños y adolescentes.
Los estereotipos que hay que raer son, por supuesto, el de una sexualidad basada en la ley natural que establece la dualidad de sexos, que ha de ser substituida por la aberrante multiplicidad que prohija la perversa ideología de género; la institución de la familia como Dios la ha establecido, con la que se pretende equiparar toda clase de uniones y de relaciones, aun las más extravagantes, anormales y pecaminosas; la maravillosa diferencia y complementariedad establecidas por la ley natural entre hombre y mujer; la sacralidad del cuerpo humano; la autoridad irrenunciable de los progenitores y su derecho a decidir sobre el tipo de educación que quieren para sus vástagos…El malhadado proyecto establece como obligatoria para todos los establecimientos de educación, públicos y privados, la adopción de esas líneas educativas; si un colegio privado se negare a adoptarlas, se le prohibirá impartir educación sexual; los profesores de la “asignatura” de educación sexual tendrán que ser obligatoriamente formados por el Estado y no podrán ser escogidos por el establecimiento sino nombrados por el Ministerio; la educación sexual, óigase bien, no podrá impartirse a la luz de una ética, una moral determinada o un sistema religioso. ¿Quién no ve lo que hay detrás de determinaciones como éstas? Se pretende violar descaradamente la autonomía de los padres de familia y de los colegios privados.
El proyecto 229, es una burda copia de lo que en España se ha establecido por el partido comunista que allí gobierna; como lo es la creación extravagante, para la señora Márquez , del “ministerio de la igualdad”, adefesio que va en la misma línea. Toda esta tramoya es, simplemente, la punta de lanza del gran proyecto global de la escuela de Franckfurt que busca subvertir todos los valores de la civilización cristiana. No es una casualidad, ni mucho menos, la visita que nos hizo en estos días, doña Irene Montero, la ministra de la igualdad de España, y su encuentro de varias horas tanto con Petro como con la vicepresidente Márquez. Se sabe que con ellos firmó un “acuerdo de cooperación”…la Montero: la misma que vino a repetir aquí y en Argentina, la bocanada inverecunda que había vomitado en España : ”es que los niños tienen derecho a amar a quien quieran, a ser dueños de su cuerpo, a mantener relaciones sexuales con el que les dé la gana” . Ni es extraño que nuestra vice haga el oso copiando el lenguaje de aquella española, con la gansada y la memez de los niños, las niñas y les niñes…
Lo reitero: frente a todo esto, deberíamos ponernos en pie todos los que nos sentimos aún llamados a cuidar a nuestros niños y adolescentes; debería levantarse la voz de Prelados, sacerdotes y pastores de toda confesión religiosa; la de los legisladores y políticos católicos contra los vocingleros del ateísmo y la amoralidad marxista; la de los padres de familia y los educadores cristianos, contra la acción ponzoñosa de Fecode; la de los colombianos de verdad contra un proyecto de ley que es corruptor y mefítico. ¡TENEMOS QUE ATAJARLO!
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