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Estas prácticas utilizan un lenguaje incendiario muy peligroso en un país que ha sufrido tanto el ambiente de violencia callejera, de la insurgencia, de ejércitos para narcotraficantes, etc., porque, entre otras, provoca desconfianza en la justicia formal y exacerba al ciudadano a que imponga su “propia justicia”. La sociología política llama violencia cultural y otros simplemente “política lumpezca” la expresada en frases que provocan reacciones pasionales como “le corto la cara m…”, “dios y patria”, “patria o muerte, venceremos”, “impunidad… impunidad… ”, etc.
Trump y el exalcalde Nueva York, Giuliani practicaron esta política para, supuestamente, “acabar con el delito” y la inmigración ilegal a través de la teoría de “las ventanas rotas” desarticulada como “tolerancia cero”. Dicha teoría fue introducida en la Política Criminal en 1982 (Wilson, Kelling) y popularizada en la década de los 90: según esta los signos visibles de la delincuencia callejera, expresada en ventanas rotas, basura regada, calles convertidas en baños públicos, etc., fomenta la delincuencia y el desorden; por eso sería necesario reaccionar oportunamente contra infracciones menores pero de gran impacto social, como el vandalismo, el consumo callejero de alcohol, el ingreso ilegal al transporte público, para restablecer la percepción de orden y legalidad. Hoy la academia registra que las consecuencias de dicha política fue la persecución a la inmigración en EE.UU. desde los países pobres, a los vendedores ambulantes, a los barrios pobres de Nueva York y a la consolidación de estereotipos delictivos solo en ciertos sectores raciales y sociales (aporofobia), etc., ayudando a sí, en cambio, a la impunidad de los delitos de los poderosos.
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