Creer en lo nuestro

Miguel Ángel Barreto

La situación por la que atraviesa el sector textil-confecciones requiere especial atención por parte del Gobierno Nacional y solidaridad de los colombianos. Hoy más que nunca es perentorio tender puentes y defender decididamente la producción y los empleos ante la crisis que enfrenta la industria nacional por la emergencia sanitaria, social y económica, producto de la pandemia.
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Dentro de los factores que profundizan la crisis están las pérdidas de los empresarios que invirtieron entre 10 y 500 millones de pesos en maquinaria e insumos para fabricar los denominados Elementos de Protección Personal (EPP).

Con preocupación la Cámara Colombiana de la Confección y Afines (CCCyA) reportó que el 96 por ciento de las compañías no logró acceder al sistema de compras públicas del Estado. De hecho, un 56 por ciento destinó recursos propios y un 21 por ciento accedió a créditos con un revés inesperado que acerca a los empresarios a la quiebra.

Irónicamente, el sector tuvo que enfrentar la llegada masiva de los EPP procedentes del mercado asiático y la capacidad nacional para fabricar estos elementos se vio diezmada ante los rigurosos procesos de certificación del Invima, la cuestionable voluntad de las entidades estatales de contratación y los bajos costos de estos artículos importados.

Si bien desde el Congreso hemos elevado un SOS para solucionar esta coyuntura y a pesar de que hoy existe una mejor voluntad entre el Invima y Colombia Compra Eficiente con nuestros confeccionistas, los tapabocas y telas quirúrgicas procedentes de China siguen amenazando esta actividad económica, que ha perdido cerca de 400 mil puestos de trabajo en esta pandemia, especialmente mujeres cabeza de hogar.

Hoy la industria nacional tiene la capacidad de producir más de 5 millones de tapabocas mensuales y otros EPP como cofias, polainas y batas quirúrgicas. Por qué entonces no utiliza el Estado esa capacidad instalada, pues las prendas fabricadas en nuestro territorio cumplen con reconocidos estándares de calidad.

Lo absurdo es que el sector textil-confecciones si antes de iniciar la epidemia estaba amenazado por los mercados asiático y africano, hoy en medio de esta crisis sanitaria, esos mismos competidores externos parecen golpear con más violencia a nuestros empresarios, al punto de querer asfixiarlos definitivamente.

Adicionalmente, la cadena experimenta una vertiginosa caída de la demanda, pues en el contexto actual los consumidores colombianos priorizan sus compras y el vestuario no está en los primeros lugares de la lista. También el contrabando sigue haciendo de las suyas, permeando una tercera parte del mercado y el otro 35 por ciento es manejado por las grandes superficies, quedando una porción limitada para más de 60 mil micro, pequeñas y medianas empresas que operan en su mayoría desde las regiones.

En este escenario, son varias las voces que defendemos y seguiremos insistiendo en que las confecciones gocen de un especial trato arancelario como se planteó en el actual Plan Nacional de Desarrollo. Asimismo que exista una mayor regulación de las importaciones con países con los cuales no hay acuerdos comerciales y una lucha más frontal contra el contrabando. En este marco se espera menos trabas burocráticas para la producción de EPP y se priorice el empleo de los colombianos.

Otro factor determinante es que es hora de tocar el corazón y la razón de la población en general y de los consumidores. Hay que avanzar en argumentadas y sustentadas campañas publicitarias para que Colombia le compre a Colombia. Si no somos solidarios o conscientes del momento crítico que vivimos difícilmente se reactivará la demanda y habrá menos personas ocupadas. Esta pandemia igualmente es una oportunidad para cooperar y construir una Nación más equitativa. Es el momento de creer en lo nuestro.

MIGUEL ÁNGEL BARRETO

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