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A pesar de los efectos negativos de la pandemia y las restricciones que afectan la normalidad de estas celebraciones, miles de familias no dieron su brazo a torcer y con gran determinación hicieron sus aportes para mantener estos legados ancestrales vigentes. No desfallecer frente a la crisis sanitaria parece la consigna de estos seres humanos comprometidos con la historia y el folclor.
La realidad indica que alrededor de estas celebraciones existe todo un sistema de producción que genera miles de empleos directos e indirectos.
Estos eslabones están compuestos en primer lugar por la música con los diferentes festivales, que aún siendo virtuales gozan del prestigio, la participación y el interés nacional. Valiosos activos que aún en esta crisis sanitaria convocan a participantes y amantes de la música colombiana.
Las artesanías locales igualmente han alcanzado estándares de calidad, es el caso de los sombreros de pindo y palma real, y los productos de La Chamba, que cuentan con una demanda permanente en importantes escenarios del ámbito nacional y de empresas que comercializan este tipo de elementos autóctonos llenos de simbolismo regional.
En el caso de la gastronomía, el tamal se constituye en una rama culinaria que arranca con la producción de hoja de cachaco en Coyaima, de cuya venta dependen campesinos e indígenas y que es un aporte invaluable para la economía de esta zona del sur del Departamento.
De la preparación y comercialización hay un número incalculable de familias en toda la región. La oferta y su demanda están insertadas en el conjunto de las prácticas gastronómicas más arraigadas en nuestro entorno social. Lo más maravilloso del tamal no es sólo su sabor, sino que también es la excusa perfecta para encontrarnos, reunirnos, para reír y conversar alrededor de una mesa. ¡El tamal une a los tolimenses, a las familias y a las comunidades! Lo mismo ocurre con las achiras y la lechona, entre otros, que ya son parte de nuestra identidad culinaria, que son orgullo #SientoPorCientoTolimense, sí, con S, de sentirlas en lo más profundo del corazón.
Sin duda, es importante dimensionar estos ejes productivos constituidos por la música, las artesanías y la gastronomía para avanzar en la formalización de estos negocios de tradición familiar y otorgarles una mejor capacitación relacionada con educación financiera, acceso a tecnologías digitales y a créditos para fortalecer y hacer crecer estos núcleos productivos.
En otras palabras, debemos darle un estatus a todos estos ciclos de permanente circulación y retorno, para avanzar en una denominada economía cultural o economía de la cultura, que involucre otros sectores tan importantes como el turismo y que aseguren una visión de negocio, que incluso pueda extenderse mucho más en el contexto nacional.
Sin duda, se cuenta con la materia prima, pero es importante profundizar, por ejemplo, en investigaciones para mejorar la hoja de cachaco, del pindo, y desde las escuelas gastronómicas comenzar a explorar procesos de conservación y presentación de los alimentos producidos en la región.
La música, la gastronomía y las artesanías, además de formar nuestra identidad como tolimenses, guardan un inmenso potencial en materia económica. Se requiere entonces una política cultural regional que dote nuestras tradiciones de herramientas que aseguren su mejoramiento permanente y evolución en un mundo cada vez más competitivo. Pero la tarea también está en nuestras manos, es fundamental que conservemos en nuestros hogares estas valiosas tradiciones, y le brindemos a nuestros hijos la oportunidad de vivir, sentir y disfrutar lo que hace única a la región, que todos vibremos de orgullo #SientoPorCientoTolimense.
En estas fechas es importante reflexionar y poner en la agenda el trinomio Tradición - Cultura - Economía, para que nuestra identidad supere el relevo generacional y sobreviva en el futuro.
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