A quien le importa un museo?

Tom Wolf el padre del periodismo literario de los Estados Unidos en su libro “La palabra pintada”, se pregunta a cuantas personas le interesa de verdad lo que sucede en el mundo del arte. Hace sus sumas y restas y llega a la triste conclusión que de verdad le importa a unas cuatrocientas personas.

Parece una cifra pequeña cuando los estudiantes de arte en el mundo se cuentan anualmente por millones, los visitantes a los museos por miles de millones y los visitantes a los museos colombianos a cientos de miles (En el Museo de Arte del Tolima por ejemplo en el 2009, el año de Botero, pasamos de cien mil visitantes). Pese a esas cifras que parecen grandes y jugosas en el fondo Wolf tiene razón, cuando uno está al frente de una institución como el Museo de Arte del Tolima se da cuenta que poco les interesa un Museo a quienes más les debía interesar por ser líderes de nuestra sociedad, por ser los que tienen capacidad de acción, decisión y ejecución. Puedo asegurar que durante los diez años que llevo al frente de su junta directiva tan sólo hemos visto que le importe a un pequeño y reducido grupo de dirigentes que son los que han permitido que el museo llegue hasta aquí. Casi se pueden contar con los dedos de una mano. 

Es imposible que no le de la razón a Wolf cuando el informe económico de septiembre en el Museo es que ni siquiera tuvimos dinero para pagar la nómina de nuestro escaso personal, cada uno de los cuales hace el trabajo de al menos dos personas. Clara demostración de lo poco que importa el Museo. No se si en los próximos días cuando comiencen a cortar servicios o cuando no podamos llegar al 20 de diciembre fecha en que cumplimos diez años le importe a alguien esa situación. 

Recién nombrada la actual asamblea departamental uno de sus más distinguidos diputados fue a visitar el museo para ver si allí se podía montar una oficina de recaudación de impuestos. Seguramente en unos pocos meses cuando nos toque desalojar el museo por falta de recursos van a tener al fin ese espacio para que puedan ordeñar más eficientemente a nuestros ciudadanos o pueda la gobernación alquilarle el edificio a la Alcaldía ya que dice estar tan corta de espacio en el Palacio Municipal mientras se hace la multimillonaria inversión del nuevo edificio administrativo.

A nuestros gobernantes, que no manejan presupuestos de centavos como pareciera que hicieran sino de cientos de miles de millones, les importan solamente los favores que deben pagar a quienes los llevaron al poder, el engrase de las maquinarias para seguir en el poder, el mantenimiento de una burocracia paquidérmica claramente ineficiente y los contratos de infraestructura sobrevalorados que hacen que ningún dinero alcance. El apoyo a la cultura se va en promesas que no cumplen, en limosnas y minicontratos que le dan a músicos, poetas, titiriteros y en una costosa fiesta de licor y parranda con la que creen que han cumplido con el arte y la cultura. Los esfuerzos del gobierno central por asignar partidas para el patito feo del presupuesto, como estampillas procultura, asignaciones presupuestales directas para tal fin o partidas de las telefonía móvil, la mayoría de las veces encuentran caminos turbios para terminar gastados en asuntos que nada tienen que ver con el apoyo y desarrollo de nuestra verdadera actividad cultural. 

Gobernantes que se quejan de los recursos que reciben, que cada vez son mayores, pero que en diciembre los vemos correr ante el temor de devolver el dinero, porque no han sido capaces de utilizarlo y contratarlo eficientemente durante los once meses restantes; mientras que parte de las instituciones de la ciudad y el departamento quedan paralizadas durante meses esperando un último minuto de eficiencia o de generosidad. No se ya cuantos proyectos de libros e importantes exposiciones en los últimos dos años se han quedado únicamente con el apoyo verbal de gobernantes, burócratas y sus maravillosas promesas. 

Por eso ahora que sabemos cuanto les importa un Museo a nuestros actuales gobernantes tolimenses, lo que deberíamos preguntarle a Tom Wolf es que se averigüe cuanto le importan a los tolimenses nuestros eficientes políticos. 

Credito
DARÍO ORTIZ

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