Pensé en los pobres del Tolima; en los más de 246 mil paisanos que se encuentran en situación de extrema pobreza, quienes no pueden satisfacer ni siquiera las necesidades básicas para vivir; mujeres, hombres, niñas, niños, y adultos mayores, que viven una realidad injusta y dolorosa.
Tolimenses desafortunados que tienen que sufrir condiciones nefastas que van desde el hecho de no tener un documento de identificación para lograr el ingreso al sistema educativo o de salud, hasta aspectos vitales como la imposibilidad de consumir alimentos saludables y agua potable, o vivir hacinados en viviendas de materiales no apropiados, sin iluminación, ventilación ni privacidad.
A primera vista el panorama no es nada alentador, sobre todo porque muchas veces los deseos de progreso y superación de las familias suelen sucumbir ante las llamadas trampas de la pobreza, aquellas que se entrelazan en un circulo vicioso casi imposible de perturbar; trampas como la del trabajo infantil que impide el acceso de niños y niñas a la educación necesaria para prepararse para el futuro mercado laboral; la desnutrición en adultos que conlleva a enfermedades que restringen la generación de ingresos y por ende deja en condiciones de vulnerabilidad a los miembros dependientes de la familia; la atracción de los jóvenes a la delincuencia, las drogas y el alcohol que terminan por empobrecer no solo a estas víctimas sino a todo su entorno; el desconocimiento de los métodos de planificación que ocasiona que ante un mayor número de hijos, se reduzcan las posibilidades de educación cerrando nuevamente un ciclo de pobreza en el presente y el futuro; en fin, trampas que se convierten en robustas redes que intentan atrapar a las familias generación tras generación y condenarlas a una vida de pobreza y miseria.
Sin embargo, a pesar de esta realidad, hay argumentos de peso para creer que la pobreza no es invencible. En hechos concretos, el Gobierno nacional viene haciendo una apuesta por la vida y la dignidad, ejecutando una importante estrategia a través de la Agencia Nacional para la superación de la pobreza extrema, la cual apunta a promocionar cientos de miles de familias en el alcance de logros que indiquen la victoria frente a la línea de indigencia; una estrategia que precisa actuar desde lo local para potenciar estos esfuerzos y traducirlos en beneficios para nuestros coterráneos, se requiere entonces, que en una demostración de justicia y equidad, la transparencia privilegie las acciones de nuestros gobernantes; que estos incluyan como componente especial la estrategia para la superación de la pobreza extrema en los planes de desarrollo territoriales; que los concejos municipales y la asamblea departamental ejerzan un verdadero control político frente al manejo de los recursos públicos destinados a la inversión social y que los organismos de control, y la comunidad a través de redes y veedurías ciudadanas, incidan en la formulación e implementación de una loable política social.
Para que finalmente estas sumadas a otras acciones, se conviertan en un poderoso haz de voluntades capaz de derrotar sistemáticamente el síndrome del “no futuro” que hoy afecta a tantos tolimenses presa del desespero, la dependencia, la indiferencia y el dolor.
Hace tiempo leí un adagio popular que decía “estar quebrado es temporal, pero ser pobre es eterno”. Pero en un acto de incredulidad, me di a la tarea de hacer una reflexión al respecto, e intentar argumentar las razones por las cuales creo que sí es posible derrotar la pobreza.
Credito
CESAR PICÓN
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