Una reforma tributaria que me permito calificar como desafortunada para la clase baja y media colombiana, que definitivamente en lugar de apostarle a una verdadera redistribución de la riqueza desde los sectores que la poseen, le juega nuevamente al tributo de la clase obrera como fuente de nuevos recursos, afectando como es costumbre los estratos socioeconómicos menos favorecidos, acentuando la concepción de un Estado que siempre ha temido intervenir tributariamente a los dueños de los grandes capitales y quebrantando la promesa de nuestro Presidente que en campaña afirmaba que si había reformas serían para disminuir los impuestos; no obstante mucho tiene que ver la actitud sumisa del pueblo colombiano que nunca ha sentado posiciones firmes respecto a la persistencia de una actitud de gobierno poco justa en términos de política económica, y de algunas imposiciones insolentes como los desmesurados precios de los combustibles y las desproporcionadas tasas de interés del sector bancario, entre otras.
En concreto, aunque al proyecto de ley de reforma tributaria se le abona que incluye una progresividad que obliga a pagar más a los de mayores ingresos, resulta un chiste que el Gobierno nacional la presente como la gran fórmula para la prosperidad, teniendo en cuenta que lleva en su interior varios artículos que afectaran directamente el bolsillo del proletariado: la creación del IMAN (impuesto mínimo alternativo nacional), como nuevo impuesto que aplica una tarifa de acuerdo a los ingresos de empleados, trabajadores a cuenta propia y rentistas de capital, en la que a pesar de ser progresivo pone a tributar a todos los que tengan ingresos a partir de los dos millones seiscientos mil pesos, de acuerdo con una tabla concebida por los sabios en materia tributaria encabezados por el Ministro de Hacienda; adicionalmente, el hecho de gravar con impuestos a varios productos de la canasta familiar abrirá un gran hueco en la economía de los hogares colombianos especialmente los de estratos mas bajos, y para rematar, la creación del nuevo impuesto nacional al consumo aumentará el valor de la comida en restaurantes, cafeterías etc. y el licor en discotecas, bares y demás, así como los minutos de celular en un ocho por ciento, lo que seguramente afectará la dinámica de muchos pequeños negocios informales y encarecerá entre otros el valor del famoso corrientazo.
Por suerte apenas empezó su recorrido en la Cámara de Representantes, lo que nos da algo de tiempo para reaccionar y empezar a reclamar el hundimiento o por lo menos el replanteamiento de los artículos de la reforma, ojalá no sea mucho pedir que esta vez los honorables congresistas se pongan del lado de los millones de trabajadores asalariados e independientes de nuestro país y desmenucen, analicen y voten esta iniciativa con total independencia y compromiso social, incluso, que le propongan al Gobierno nacional que en materia tributaria se decida a mirar las grandes empresas petroleras y mineras, al sector bancario y a muchos otros dueños de los medios de producción que tienen por costumbre hacerle conejo al país, para que de esta manera podamos decir que en Colombia, la paz también se construye a partir de la búsqueda de la igualdad.
Aunque en los últimos días la atención de las mayorías se centra en los resultados electorales de Venezuela y la intervención quirúrgica del presidente Santos, silenciosamente un sospechoso texto inició trámite desde el pasado viernes en el Congreso de la república
Credito
CESAR PICÓN
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