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Sin embargo, causa gracia el respeto con el que tales personajes se han referido a Petro al censurarle la palabra. Al que antes no bajaban de guerrillero, terrorista, castro chavista, hoy lo tratan con la mayor deferencia al decirle señor presidente, primer mandatario, jefe de Estado, y todo para hacerse ver como los más respetuosos de la dignidad presidencial, pues creen que de esa manera harán más creíbles sus nuevos denuestos, y más conducentes al propósito de seguir enlodando su imagen, erosionando sus influencias y enturbiando las campañas electorales de quienes buscan garantizarle continuidad a su proyecto político.
Por supuesto que tampoco nos gustó el término. En su lugar, pudo haber utilizado sinónimos como perverso, malvado, execrable o detestable, sin que hubiera cambiado mucho el sentido de lo que quiso decirles, lo cual no significa que allí esté el meollo real del problema. El problema real es que estos congresistas se hicieron merecedores de tal calificativo al votar en contra de una iniciativa en extremo importante para atender ingentes necesidades que han afligido especialmente a los colombianos más humildes.
Pero bueno, afortunadamente el problema no es de términos ni el que se ha criticado puede hacerle sombra a la noticia política más importante de los últimos años: la coalición que conocemos como Pacto Histórico tomó este 17 de diciembre la decisión de formalizarse ya definitivamente como partido político, lo cual colma la aspiración de millones de colombianos que, anhelantes de una real transformación nacional, han hecho de la unión partidaria de todas las fuerzas progresistas existentes en Colombia su más destacado anhelo.
Este nuevo partido nace bajo la misma denominación de Pacto Histórico, y estará abierto a los demás partidos y fuerzas progresistas que sientan, al igual que los partidos fundantes -Comunista, Unión Patriótica, Colombia Humana y Polo Democrático Alternativo, entre otros- la necesidad y la obligación de transformar a Colombia en un país moderno, democrático y en paz, centrado en el ser humano, y no en el gran capital.
Y nace con dos primerísimas tareas: mantener la presencia progresista en la Casa de Nariño, y obtener mayorías en Senado y Cámara. Cumplirlas es el gran compromiso; pero para ello se necesita garantizar sincronía en las campañas presidencial y congresual. Ojalá se pueda.
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