Y este callar no se deriva de la flaqueza que aflora con las amenazas (porque en este paÃs se amenaza cuando alguien manifiesta de algún modo que no está de acuerdo con el desarrollo de las polÃticas y programas del Gobierno) ni por miedo a decir las cosas, sino por cansancio, por abulia de repetir las mismas quejas sin ver ninguna solución.
Llover sobre mojado, como dijera Perogrullo. Me duele el paÃs porque veo cómo lo engañan y se burlan de sus normas. Es decir, nos engañan y se burlan de nuestra inteligencia (¿o de nuestra inocencia que es más bien obediencia e ignorancia?) Es entonces cuando uno quisiera gritar todo lo que piensa. Por ejemplo, pienso que una clase polÃtica impuso la desfachatez y el enriquecimiento como norma de conducta y ya no hay nada que la detenga. Claro, eso lo hemos dicho repetidas veces, pero no hay consecuencias.
En otros paÃses basta con hacer pública una conducta torcida para que la reacción sea inmediata. El anterior Gobierno dijo en sus inicios que lucharÃa contra la corrupción y después de ocho años demostró ser el más corrupto de la historia. Ahora grita para acallar las evidencias, para envolver en humo su conducta torcida. Los funcionarios de turno cometen el delito a sabiendas de que ya tiene la ley que los libera de responsabilidades.
Y si no les resulta, hay otros métodos para llegar al mismo punto. Por ejemplo, una de esas artimañas en el vencimiento de términos. Para lograrlo, basta con dilatar las diligencias, los papeles, las audiencias y luego quedar libres. Vergonzoso. Se vencen los términos de ley y el procesado queda libre, lo cual deja ver más la incapacidad de la justicia para cumplir con su cometido que la inocencia del detenido.
No es que queden libres por inocentes, como salen a aparentarlo, sino porque alguien logra la magia del humo y del olvido. Salen libres porque la cuerda de la astucia enreda la honorabilidad y la verdad y ellas se pierden en la intrincada madeja de la impunidad.
Claro, lo anterior sucede con los delincuentes de cuello blanco, los corruptos que le hacen el juego a los polÃticos, y los polÃticos sinvergüenzas que, vencidos los términos, salen a continuar su burla a la democracia con su ansiedad de salir de nuevo electos, porque con los del común no hay salvación posible, asà sean inocentes.
Como decÃan nuestros abuelos “se lo dijeâ€, “se lo advertÃâ€. Y en verdad me toco y no me encuentro en este silencio con el que me arropo, avergonzado e incapaz frente a quienes nos gobiernan y nos roban.
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