Lección de honestidad

Una lección de honestidad y de decoro -palabras que parecen haberse borrado del diccionario cotidiano de la vida contemporánea-

nos ha dado el profesor universitario, de la Universidad Javeriana para más señas, Camilo Jiménez, al renunciar a su cátedra después de comprobar que no ha logrado enseñar mucho en los últimos semestres o, al menos, su objetivo en el curso de Evaluación de Textos de No Ficción en la carrera de Comunicación Social de la universidad no lo alcanzó por desinterés de sus alumnos.

Eso de formar personas con sentido crítico, capaces de discernir y de comunicar su pensamiento, de comprender y manejar con solvencia la capacidad de síntesis, no fue conseguido. Y pensar que con esta carrera la Universidad intenta preparar editores o periodistas, profesionales con herramientas para manejar la palabra, el lenguaje, la comunicación entre los hombres.

Pero si alguien no puede expresar sus ideas y comunicar el sentido de un texto, ¿cómo puede interactuar en la sociedad?
O sus estudiantes son unas “bestias” y les importa un bledo aprender para la vida -con que lo sepa el sabelotodo doctor Google es suficiente-, o él se quedó soñando con alumnos ideales, interesados en la investigación, deseosos de llenar el vacío de los “por qué” en la avidez por el conocimiento que siempre ha de ostentar quien desee ser útil a la sociedad.

La actitud de Camilo Jiménez es, cuando menos, insólita. No es el catedrático mediocre o el profesional acomodado a las circunstancias, que cumple al menos con el horario, sino un profesor que admite el fracaso de la educación y lo asume como su propio fracaso. Y se hace a un lado.

No es el profesor que tiene la educación como estrategia de supervivencia, aquel a quien no le importa que sus alumnos aprendan sino llegar al final de mes para recibir sus honorarios.

Acostumbrados a un país donde la corrupción y la búsqueda de beneficios personales por encima del bienestar colectivo ha sido el estandarte de los últimos gobiernos, la decisión del profesor Jiménez es valerosa y ejemplificante. Debería ser el detonante para que todo el sistema educativo haga un alto y se cuestione qué clase de ciudadano está formando y en qué clase de sociedad estamos viviendo.

Tan importante como la actitud de los estudiantes y sus marchas exitosas contra la reforma educativa es la decisión del catedrático y periodista, en el sentido de ser un ejemplo y una pauta para restablecer el diálogo que busque la calidad por encima de la medianía de una sociedad borrega y arribista.

Yo felicito al profesor Jiménez por su entereza y su honestidad con la universidad, con la sociedad y, en definitiva, consigo mismo.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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