Sigue la cosecha

Afortunado he sido los últimos meses por la cosecha de libros recibidos. ¿Alcanzaré a leerlos todos? Cada año me quedan en el tintero algunos títulos que, sumados unos a otros, ya son media biblioteca que no he leído aún y me hacen creer que la vida ya no me alcanzará para llegar al final con todas esas páginas gozadas.

De esta última cosecha me ha impresionado gratamente la novela “No hubo cielo”, de la autora antioqueña Gloria María Posada Restrepo. Sí. Es colombiana. ¿Por qué lo enfatizo? Porque, a diferencia de tanto genio que recorre las calles de la ciudad, me siento bien al conocer la producción de nuestros autores y tender mi mirada sobre el horizonte de sus letras para darlas a conocer.

Aquellos genios no nos leen porque se sienten herederos de los dioses (¿de qué cielo?) y tienen por costumbre denigrar de su entorno y ensalzar hasta la ridiculez algún autor extranjero que, con seguridad, han digerido mal. Si vieran un poco más allá de su nariz, sin fundamentalismos de ninguna clase, se darían cuenta de que ellos también son parte de los denigrados y, por consiguiente, tampoco merecerían ser leídos.

En fin. El que lee es quien se goza la literatura, sea de donde fuere.

Gloria María obtuvo la Beca de Creación Ciudad de Medellín 2010 y la novela que comento fue producto de esa beca. En ella se involucran escritores reconocidos con el ánimo de apoyar el proceso creativo. Es una magnífica forma de estimular la aparición de nuevos autores.

De entrada cautiva la manera como la autora recrea el paisaje de la tierra antioqueña, cómo hace visible las costumbres de la montaña y recoge el peso de la religiosidad atávica que ha deformado la vida de humildes campesinos y gamonales arrogantes.


La autora se vale de una mujer que ingresa sin su consentimiento al convento y que, a la manera de Sor Juana Inés de la Cruz, escribe una especie de diario donde consigna sus sensaciones y experiencias.


En estos relatos no sólo se revela la vida oculta y misteriosa de un convento de clausura en nuestro medio, sino la manera como las mujeres de la comarca acceden al claustro para ser parte de ese encierro y esa soledad. Y estar para siempre al servicio de Dios. Y dejarle sus bienes terrenales a la Iglesia.


Es también una crítica a la idiosincrasia cultural y religiosa que hemos heredado de la civilización occidental y, por tanto, el testimonio ficticio de una mujer de nuestro entorno.


Fragmentada en cortos capítulos, intensos y poéticos, el lector descubrirá cómo en la novela lo que hace su autora es extender una mirada crítica sobre una experiencia social pocas veces recreada en nuestra literatura.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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