A propósito de la novela histórica, a veces se torna difícil esclarecer si un libro es novela o es historia o, para decirlo de otra manera, si es ficción o es realidad.
Claro que partir del momento en que el escritor francés Alain Robbe Guillet dijera que novela es todo escrito que bajo el título se le escriba la palabra novela, nos quedamos como huérfanos y la confusión ha sido mayor porque una historia puede ser una novela o una novela una historia real.
Pero una novela no puede ser sólo una acumulación de hechos históricos como tampoco una historia un cúmulo de metáforas. En ambos casos se desvirtuaría la condición del género. Debe haber un equilibrio en el cual la ficción y la realidad se confundan creativamente y en el que el lenguaje llegue a ser artístico en los dos casos.
Lo anterior sucede con la obra “Verdes sueños”, de Cecilia Caicedo Jurado, en que hay personajes que adquieren dimensiones novelescas pero, al mismo tiempo, un transcurso de sucesos reales que son cronología histórica.
“Verdes sueños” revive los sucesos acaecidos en Pasto en diciembre de 1822, en pleno fragor de la guerra de Independencia. Los pastusos se rebelan contra Simón Bolívar y su proyecto independista, defienden la corona española y, encabezados por Agustín Agualongo, le declaran la guerra. Previo a ello encajan el asesinato de los más prestantes personajes de la ciudad a manos del ejército libertador, dirigido por Antonio José de Sucre.
El libro es cautivante porque Cecilia, con un lenguaje preciso y suficiente, nos cuenta la historia a partir de dos hermanas, Hercilia y Dolores Mala Hora, que asisten al sacrificio de sus seres queridos, pero que antes que arredrarse con el dolor abanderan el movimiento de resistencia y de apoyo al líder indígena Agualongo.
Hercilia va creciendo en la narración hasta adquirir la dimensión de personaje insólito, exótico y especial, propio de la novela de aventuras. Su accionar y su pensamiento le ponen el toque novelesco a la obra. Por ella, y un poco el apoyo de su hermana Dolores, estamos frente a una novela intensa, amena, contada con lenguaje literario.
Pero Agualongo no crece igual, quizá porque ya es leyenda, es historia. Por eso el afán de ceñirse a la historia hace que la narración intensa que se logra con Hercilia decaiga en la enumeración de hechos ceñidos a la gesta legendaria de Agualongo.
Creo que con esta novela Cecilia recupera para la literatura una historia regional. Y lo hace con altura literaria, nos entrega esos sucesos de Pasto y de Nariño en la forma más agradable y contundente que hay para conocer la historia: como una novela.
A propósito de la novela histórica, a veces se torna difícil esclarecer si un libro es novela o es historia o, para decirlo de otra manera, si es ficción o es realidad.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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