Un certamen singular

Siempre será una experiencia enriquecedora para mí observar la obra del maestro Eduardo Ramírez Villamizar, (Pamplona, 1922-Bogotá, 2004), sea cual fuere el espacio en donde se exhiba. Sus construcciones, sus cruces de planos, sus esculturas oxidadas, la incorporación del color en otras, remiten a una ansiedad de espacio absoluto o a la certeza de la pequeñez del ser humano.

Siempre será una experiencia enriquecedora para mí observar la obra del maestro Eduardo Ramírez Villamizar, (Pamplona, 1922-Bogotá, 2004), sea cual fuere el espacio en donde se exhiba. Sus construcciones, sus cruces de planos, sus esculturas oxidadas, la incorporación del color en otras, remiten a una ansiedad de espacio absoluto o a la certeza de la pequeñez del ser humano.

Mi último encuentro con sus estructuras fue en la Feria Internacional de Arte de Bogotá, ArtBo, 2012, en la que la “Durban Segnini Gallery”, con sede en Caracas y Miami, mostró de sus colecciones obras de grandes maestros de la plástica latinoamericana, como el peruano Fernando de Szyszlo, el argentino César Paternosto y los colombianos Carlos Rojas y Ramírez Villamizar.

La solidez que transmiten las esculturas del maestro colombiano contrasta con la absoluta fragilidad de los trabajos de la artista bogotana María Fernanda Plata (1978), que también se acerca a las estructuras arquitectónicas. Son cautivantes por el juego de luces y sombras que se genera en ese papel de colgadura con cortes que forman la idea de ventanas y edificios de una ciudad vertical e inexistente. Con ello sugiere el deterioro, la inestabilidad de las construcciones del hombre y, en últimas, de la vida.

Las obras de estos artistas colombianos parecieran establecer un diálogo permanente en un ambiente que prioriza el concepto sobre la factura, en que pareciera importar más el suscitar meditaciones que preocuparse por la forma como se presentan esas ideas. 

La racionalidad de Ramírez Villamizar hace que la elaboración demuestre su preocupación por el material y, por supuesto, por el concepto que se imprime en las obras, mientras que para María Fernanda Plata el material es secundario, incluso desechable, muy por debajo del peso ideológico que soporta.

ArtBo es un certamen singular. Para mí sobresalieron las exhibiciones de las galerías “Alonso Garcés Galería”, de Bogotá, principalmente por su artista Clemencia Echeverri, que utiliza la fotografía y el video para sus mensajes inquietantes; “Artexarte”, galería de Buenos Aires, Argentina, por las fotografías de RES; la “Galería Christopher Paschall S. XXI”, por las esculturas del también colombiano Fernando Arias; “Casas Riegner”, por la mencionada artista María Fernanda Plata y, por supuesto, la “Durban Segnini Gallery”, la del maestro Ramírez Villamizar.

La experiencia es enriquecedora. Cincuenta y seis galerías reunidas en un solo lugar pueden representar para el observador una locura propia del siglo XXI. Sin embargo, nada que se saliera del normal desarrollo del arte, antes bien cierta obsolescencia en muchas propuestas y un llegar trasnochados al instalacionismo y al arte del espectáculo y la experimentación.

¿Cuándo tendremos un certamen de esta magnitud en nuestra ciudad? Ni siquiera existen galerías, como cualquier ciudad que se respete. ¿Cuándo?



Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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