Aniversario sin recuerdo

Hace ciento setenta y seis años nació en el Valle el autor de “La María” (1867), Jorge Isaacs (Cali, 1837-Ibagué, 1895), novela romántica por excelencia en Colombia, que hizo suspirar a sus lectores y lectoras no sólo en el siglo XXIX sino también bien entrado el siglo XX.

Y, ¿por qué no?, también en nuestro siglo XXI, en la soledad de cualquier cuarto de la esquina de nuestras desordenadas comunas, de los barrios alejados del sur, de los apartamentos del décimo piso de los edificios de apartamentos, de los áticos que irradian la imagen ilusoria de una metrópoli desarrollada y suficiente -“penthouse” dicen los arribistas-, pero provinciana en la conducta de sus habitantes, pueblerina en su alejamiento de su identidad, sumisa en su ignorancia. 

Y también de los televisores prendidos y las computadoras conectadas a Internet. De la música vaciada en MP3 y de las trompetas azotando el aire con sus sonidos de despecho, que provocan lágrimas de desprecio. De acordeones de rememoran el mar, las playas, el calor y las cimbreantes palmeras que, como hembras en celo, se mecen sobre la arena de un país que pareciera otro al que habitamos cada día. 

O en cualquier ciudad de Colombia. O de Latinoamérica. O del mundo. El amor y la pasión por una mujer, no tiene siglo propio. Sólo es hermosa para quien la ama. Es un sentimiento humano que trasciende las barreras del tiempo, que no se detiene en consideraciones de minutos ni de horas, es algo que entre la tontería, el dolor y la alegría, hace grande a los hombres o los envilece hasta la indignidad o los hace poseedores de la verdad, que va y viene como la luna que asoma y desaparece en su eterna continuidad. 

O como las ilusiones que animan y marchitan mujeres y hombres desde las auroras de la humanidad. Todo eso hizo Jorge Isaacs con su novela “María”. 

¡Quién lo creyera!

Pero eso la ciudad ha de recordar que Isaacs, el escritor, sociólogo y minero, murió en Ibagué. Que amó el territorio que le dio cobijo y peleó por él en la mayoría de las guerras que se suscitaron en su tiempo, fue derrotado en Anaime en la guerra de Los Mil Días, y se desplomó en un cuarto al lado de la catedral para decir basta ya, como lo haremos todos cuando no tengamos razones para continuar luchando.

Pero que vivió arrimado en “la casona”, hoy en ruinas, peor que paloma sin catedral, obsoleta ante el desprecio de quienes no saben y, tal vez, no sabrán, el valor de su presencia bajo el “cielo hechizado del Tolima”. Brindemos por Jorge. Y que su “casona” vuelva a vivir el esplendor de su literatura.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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