Por lo primero ya se han cobrado algunas vidas. Por lo segundo se habla de implantar este impuesto en la capital de la República.
¿Alguien había imaginado tamaño desvarío?
La verdad, como vamos, no espero sino que se nos cobre el aire que respiramos, a modo de último recurso? y ojalá no deba verlo en vida? ¿Habrá alguien que ya sepa cómo medir su consumo?
Tal vez si uno supiera que lo que pagamos sirve para el desarrollo del país, vaya y venga. Pero es inadmisible que lo impuestos que sufragamos sean botín de corruptos y politiqueros y nunca se satisfaga el apetito voraz del Estado para tener tranquilo a tanto burócrata que se esfuerza por vivir bien a costa del hambre y el sufrimiento de la mayoría.
Cuando en un país es peligroso rebuscarse la vida vendiendo tantas objetos en la calle por culpa del Estado, el empleo formal es superado por el informal. Cuando es motivo de muerte disentir de los métodos con que se nos maneja la vida; cuando es pecado subsistir con decoro en medio de tanta mediocridad; cuando no se respeta ninguna condición y cualquier ser es intimidado o desaparecido; significa que ya ningún valor rige a los ciudadanos y estamos al borde de una sociedad salvaje, primitiva, que satisface como sea sus necesidades primarias.
Por algo, las nuevas generaciones carecen de ideales y discurren en el goce del hoy porque el futuro es incierto y agresivo. Drogas, licor y fiesta. ¿Habrá que aceptar que la juventud vive dispersa y desorientada por el presente violento y sin valores que les dejamos por herencia?
Y es que hoy la vida no vale nada. Ninguna ideología ni sistema político actual ha sido capaz de resolver este avance de la sociedad contemporánea hacia la cosificación del hombre, la banalización de su inteligencia, la prostitución de sus utopías.
Increíble que quienes luchan a diario por su subsistencia estén ahora en la mira de la delincuencia y del Estado para exprimirles sus esfuerzos.
Si seguimos por este camino, que me perdone Gabriel García Márquez, pero ya no tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra.
Y todo por la patria. Por esta de las carreteras inconclusas, los puertos a medio hacer, los puentes que no conducen a ninguna parte, las dobles calzadas de una sola vía, los elefantes blancos...
Como decía el poeta presidente: “Patria te adoro en mi silencio mudo…”
Parece inverosímil pero hoy, en pleno siglo XXI, tiempo del espíritu y la libertad, los vendedores ambulantes deben andar con cuidado porque o bien la delincuencia les pasa su cuenta de cobro, que algunos llaman boleteo, o el Estado piensa cobrarles por el uso del espacio público.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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