Casi que cogen el cadáver, lo tiran a un lado y comienzan a esculcar el “colchón” y a violentar el armario en busca de los bienes del occiso, como era costumbre en estos pueblos de Dios. Regalo de la Madre Patria.
Toda la herencia política, cultural y social de este hombre histórico se opaca por la miserable disputa de una familia que no respeta su legado, ni nos respetan a nosotros, que admiramos su lucha por la libertad y su historia, y tan sólo le importa satisfacer su ambición de riquezas y poder, el valor menos altruista por el que luchó hasta con la cárcel tamaña figura universal.
¿Será que en Suráfrica esta conducta es normal y yo me aterro sin necesidad?
Por supuesto que la rebatiña por los bienes materiales que dejan los seres humanos es ancestral, sucede en todas las sociedades, y hasta guerras se han desatado por su culpa.
Pero es que el señor no ha muerto. O, para ellos, ¿es normal esta disputa?
En verdad no debiera aterrarme. Tal vez no sea ausencia de valores, de la que siempre me lamento, sino sólo un cambio en la noción de valor y sociedad, o la aparición e imposición de otros nuevos, acordes con los tiempos que corren.
Quizá ya no se deba respetar a los mayores (antes eran los sabios de la tribu) ni se deba respetar la historia. Tal vez el atrasado sea yo, que creo todavía en la bondad del ser humano.
Por ese cambio de valores en la sociedad ya la vida no vale nada y hoy asistimos al espectáculo del asesinato inverosímil de bebés, madres, ancianos, maestros, curas, mandatarios; violación de niñas, casadas, viudas, ancianas, secretos y leyes; masacre de desposeídos y trabajadores y vagabundos; saqueo de riquezas y de presupuestos…
Ya no es el imperio de la ley sino el del más astuto. La revancha del pícaro medieval. La dicha para muchos. La barbarie para mí.
Quizá por eso la juventud ya no desee estudiar y formarse intelectualmente, sino encontrar el dinero lo más rápido posible.
Hoy el que vale no es el que sabe, sino el que posee riquezas, sin importar dónde las haya conseguido.
Así cambian los tiempos y los hombres.
En verdad no tengo por qué lamentarme.
Desde que los valores ya no son espirituales sino bursátiles, el avance del mundo es casi inenarrable. Si no, pregúntenselo a los Mandela.
Me ha parecido aterradora la actitud de la familia de Nelson Mandela, Premio Nobel de Paz, expresidente de Suráfrica, que no respeta el estado de salud de su cabeza visible y sin esperar el desenlace, aunque todos sepan cuál ha de ser, se peleen privada y públicamente por su herencia.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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