La huella de los grandes

En abril de 2008, dos años antes de su fallecimiento, nuestro siempre recordado amigo Alberto Duque López (1943-2010) publicó su novela “Ni siquiera la lluvia”, sentido homenaje a quien fuera uno de sus ídolos más queridos, no sólo como escritor sino también como ser humano: Ernest Hemingway.

A través de la voz de Amarilis, quien trabajó con el escritor en su finca cerca de La Habana, Duque López recrea los últimos días de Hemingway, la tragedia de su soledad y, en definitiva, el tremendo impacto de su suicidio aquel 2 de julio de 1961. 

La admiración de Duque López por Hemingway fue su impulso para escribir esta bella novela. 
Igual acontece con “París no se acaba nunca” (2003) de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), homenaje al mismo escritor suicida, premio Nobel de literatura en 1954.

Con “París era una fiesta” (1964), publicación póstuma de Hemingway, Vila-Matas reconstruye esa memoria novelada con las que el escritor registra su paso por París, donde viviera pobre pero feliz con su primera esposa Hadley Richardson, su contacto con grandes personalidades de las letras como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald y Ezra Pound, entre otros, en ese que fuera por entonces el centro cultural del mundo.

El protagonista nos transmite su admiración por el escritor estadounidense, al punto se sentirse como él, y nos describe la conferencia donde cuenta su aventura por París buscando reconstruir los pasos de Hemingway por la ciudad luz.

La novela es la conferencia, en la que el público terminamos siendo nosotros, los lectores. En ella nos narra cómo se instala en la buhardilla de la casa de Marguerite Durás, donde el gran escritor pasó una temporada, su recorrido por los bares y hoteles que frecuentaba, apoyado en la novela centro, “París era una fiesta”, que usa como guía de recorrido. Lo que hace también el personaje es contarnos cómo escribe su primera novela, que luego titulará “La asesina ilustrada”.

En ese proceso de escritura de la novela hace referencia a los escritores españoles del momento y a los franceses con quienes alterna noches de bohemia o de café y tardes de conversaciones literarias. El humor en el manejo de las situaciones, el lenguaje y las atmósferas son ejemplarizantes.

La huella de Hemingway se manifiesta en Duque López y Vila-Matas de distinta manera pero siempre como un homenaje muy bien escrito, demostración cabal del conocimiento que han tenido los dos de la obra de su paradigma literario. 

Los grandes escritores dejan huellas imborrables. De alguna manera quienes los erigen como sus personajes en sus obras, reflejan el inmenso respeto y la admiración que les ha dejado el ejemplo de sus vidas, el de sus procesos creativos y la contundencia de sus obras. 

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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