Y así seguirá hasta que desaparezca del paisaje ibaguereño y nadie recuerde quiénes fueron Emiro Kastos o Jorge Isaacs, mucho menos Juan de Dios Restrepo.
Una disposición que ordena al gobierno apoyo económico para su restauración por ser patrimonio cultural, quedó en letra muerta porque se adujo que la ley impide que el Estado, en cualquiera de sus instancias, invierta dineros públicos en obras privadas.
Qué vaina. Pero sucede que nuestro flamante senador Juan Lozano presentó en el 2012 un proyecto de ley para honrar al Museo de Arte Moderno de Bogotá, Mambo, por cumplir cincuenta años de ininterrumpida labor en la difusión y consolidación del arte en Colombia, y en el cual obliga a la Nación a destinar cuarenta mil millones de pesos para su ampliación. Apenas una bobadita en comparación con lo que han invertido en sí mismos los corruptos.
Pues el Mambo es una entidad privada, claro que sin ánimo de lucro, algo que al parecer ha desconocido nuestro brillante senador. ¿Realmente no lo sabía?
¿Cómo es que en este caso sí se pude mandar la ley para el carajo (ese mítico lugar que ya debe estar a punto de llenarse porque a él mandamos casi todos los días personas, animales y cosas) y para el caso de nuestra casona donde viviera Isaac, se aplica con todo su rigor?
Tampoco el Museo Nacional, que fuera panóptico, no lo olviden, con la necesidad de un presupuesto similar, no puede ampliarse ni modernizarse, siendo como lo es una entidad oficial, pública, perteneciente al Ministerio de Cultura. ¿Tampoco lo sabía el honorable senador?
La “Ley Lozano” ya surtió el trámite exigido en el Congreso y está para la sanción presidencial. Ojalá no suceda. La propia ministra de cultura ha solicitado al gobierno que no sea puesta en ejecución. No porque el Mambo no lo merezca (en él, como muchos otros colombianos, complementé y formé mi visión del arte moderno durante treinta años en que fui asiduo visitante de sus excelentes exposiciones) sino porque el ordenamiento jurídico se debe respetar, por encima de asesinos y ladrones, funcionarios corruptos e ignorantes y arribistas del poder… ja ja ja.
Y, claro, uno se pregunta, con modesta ignorancia provinciana, ¿por qué con la casona que fuera de Emiro Kastos, perdón, Juan de Dios Restrepo, y donde viviera sus últimos años Jorge Ricardo, también no se manda la ley para donde sabemos? Que nos lo explique el senador.
La casa donde viviera Jorge Isaacs (Jorge Ricardo Isaacs Ferrer, 1837-1895) en Ibagué, por la ruta que bordea el Cañón del Combeima hacia Villarrestrepo, propiedad entonces de Juan de Dios Restrepo (1825-1894), más conocido como Emiro Kastos, su seudónimo literario, está en ruinas.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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