Ibagué, y de contera el Tolima, en marzo 29 de 1922 fueron el espacio y tiempo para una de las más célebres convenciones del Partido Liberal Colombiano.
Hace 90 años nuestra tierra abrazó profundas deliberaciones sociales y políticas del Partido Liberal. Brilló, en ese encuentro, el liderazgo de Benjamín Herrera, quien para ese mismo año, en Bogotá, restableció con sus buenos oficios la Gran Logia de Colombia de la masonería, hechos concomitantes que no fueron fruto del azar y la voluntad de una persona, sino manifestación de una pulsión histórica de poner en marcha un espíritu renovador, libertario y creativo para la sociedad colombiana.
El Tolima haría bien en hacer de esta efemérides un motivo para convertirse en renovado espacio y tiempo para que el liberalismo, de cara al futuro, pueda consolidarse como la plataforma política más creativa e inspiradora para garantizar que Colombia avance por los senderos de una democracia segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana e institucional, haciendo de la democracia el objetivo sustantivo de su ideario y el centro solar de su discurso, propuesta y accionar político.
En lo que queda del año, el liberalismo tolimense todo y, en particular, sus nuevas generaciones, puede convocar a los sectores liberales de toda la geografía colombiana a una deliberación sesuda, fraternal y visionaria sobre las grandes tareas que corresponden a esta colectividad de cara a los retos de una sociedad colombiana, ya hastiada de las arrogancias y violencias de ciertas derechas y de las fatigas y violencias de ciertas izquierdas. En esta deliberación se buscaría dignificar la persona; consolidar los espacios plurales para el ejercicio de la autonomía socialmente responsable y competente; trabajar en el desarrollo institucional de un Estado con vocación por el bien común, con un régimen político que restablezca el equilibrio de poderes, que profundice la descentralización y la responsabilidad territorial, que ponga a Colombia ante el mundo en un lugar más digno y creativo en relación con una lucha contra las drogas que se ha mostrado hasta la fecha infructuosa y que entienda, de una vez por todas, que la democracia no se hace con caudillismos presidencialistas.
Colombia necesita un colectivo Liberal que haga no tanto cambios radicales como cambios sustantivos. Que haga no tanto giros en ‘u’, como que marque un camino convocante para que nuevas generaciones puedan seguir con libertad creativa, justicia dignificante y solidaridad incluyente, haciendo una opción por una Colombia con personas y organizaciones socialmente competentes, con más empresarios generando riqueza y capital social y con menos negociantes fungiendo como cazadores de rentas para el beneficio particular y con apuestas por un desarrollo económica y ambientalmente sostenible.
Noventa años de historia del liberalismo en el Tolima y Colombia, bien merecen otro esfuerzo para visionar y relanzar un liberalismo brioso, noble y galopante para un siglo XXI aún en ciernes.
Noventa años de historia del liberalismo en el Tolima y Colombia, bien merecen otro esfuerzo para visionar y relanzar un liberalismo brioso, noble y galopante para un siglo XXI aún en ciernes
Credito
ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ
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