Sin lugar a dudas, una sociedad que quiera caracterizarse por alcanzar una democracia segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana e institucional necesita partidos que sean verdaderas empresas políticas, que tengan un cuerpo de doctrina sobre cómo entiende y asume las relaciones entre la persona, la sociedad y el estado, con estrategia comunicacional que ayude a consolidar el sentido de la comunidad políticas y con tácticas electorales que permitan ganar el mandato mayoritario de la comunidad.
Un partido político como empresa es un proyecto ético, con sentido de lo que representa su autonomía y el correlato de responsabilidad ante la sociedad de lo que implica esa autonomía.
Una empresa política con las características anteriores no es lo mismo que un mero negocio electoral.
Colombia, hoy por hoy, tiene más negocios o micro negocios electorales, con mayores o menores réditos en cargos de representación política o de participación burocrática, que verdaderas empresas políticas con cuerpos de doctrina y prácticas cotidianas coherentes comprometidas con la democracia.
Hace ocho días se surtió la Asamblea nacional del partido de la U.
Hoy el país no sabe si la apuesta doctrinaria de la U gira alrededor de los conceptos de Estado Comunitario y de seguridad democrática que ha predicado Álvaro Uribe Vélez o de la “Tercera vía” y la prosperidad democrática que predica Juan Manuel Santos.
Lo que sí es claro en el partido de la U hoy, es que allí la democracia es mero adjetivo, ora para calificar una apuesta sustantiva por la seguridad, ora para calificar la apuesta sustantiva de la prosperidad.
Y se confirma el tratamiento adjetivo de democracia en el buen negocio electoral que es la U, cuando es evidente para la opinión pública que a su interior hay un divorcio entre los poderes constituidos del partido, sus senadores y representantes, con las bases donde reposa el poder constituyente del mismo.
Los parlamentarios mayoritariamente apoyan las exploraciones de paz que promueve el gobierno Santos, y las bases del partido parecen tener otro sentimiento y voluntad al respecto.
Los presidentes de la Asamblea en vez de surtir el proceso democrático para votar una proposición para decidir si el Partido de la U apoya o no el proceso de paz, hicieron mutis por el foro, apagaron el incendio y no dejaron proceder la votación para dirimir el debate interno del partido.
Cualquier ciudadano interesado en la cosa política se puede legítimamente preguntar ¿Dónde está la DEMOCRACIA en la U?, ¿qué entiende por DEMOCRACIA el partido de la U?, ¿cómo hablar desde la U de democracia hacia afuera, si adentro pareciera ser mero elemento adjetivo e instrumental?
Sin lugar a dudas, una sociedad que quiera caracterizarse por alcanzar una democracia segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana e institucional necesita partidos que sean verdaderas empresas políticas, que tengan un cuerpo de doctrina sobre cómo entiende y asume las relaciones entre la persona, la sociedad y el estado.
Credito
ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ
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