La productividad real sostenible y socialmente competente, no es únicamente resultado de la sumatoria simple de factores de producción que se combinan de una u otra manera, en una u otra proporción.
Verdaderos empresarios, empresas y emprendimientos con una combinación socialmente competente de factores de producción tales como capital, trabajo, tierra y tecnología, todos ellos dispuestos a superar prácticas rentísticas y especulativas en las que incurren meros cazadores de rentas privadas, públicas y sociales, son condición necesaria, pero nunca suficiente, para alcanzar el propósito de productividad real y el desarrollo económico sostenible de una empresa y de un territorio.
Si a los esfuerzos anteriores no se agrega una altas dosis de confianza, diálogo e innovación, los resultados seguirán siendo precarios ante el tamaño de los retos que Colombia en general y el Tolima en particular tienen por delante ante alarmantes indicadores de competitividad, desempleo, pobreza, corrupción, inequidad e improductividad, todos los cuales ameritan serios tratamientos, urgentes atenciones y prontas rectificaciones.
Dicho de otro modo y pensando desde el contexto tolimense; en el hipotético y milagroso caso de que todas las empresas del Tolima, privadas, sociales y públicas, lograran una inusitada y gran dotación en bienes de capital, de recursos financieros, recursos presupuestales, de trabajadores habilitados en competencias, con tierras remozadas en su fertilidad, aún en ese idílico paraíso de mermelada cósmica (no confundir con la mermelada terrenal de la casa y menos con la asociada a los recursos públicos), si los tolimenses insistimos en mantener los altos grados de desconfianza y suspicacia que hay entre nuestros diversos estamentos, si no restablecemos necesarios diálogos público-privados a diversos niveles, si no adoptamos un trabajo permanente entre el Estado, las empresas y las instituciones de educación básica, media y superior para promover un ejercicio creativo del conocimiento que se traduzca en innovación, el maná de ese hipotético milagro, desaparecería en un dos por tres, casi que un acto de magia negra, si se quiere, en una autoinfligido maleficio y autocondena.
Los tolimenses necesitamos urgentemente, prioritariamente, el restablecimiento inteligente de confianzas sociales, de canales de diálogos y consolidación de ambientes para la creatividad e innovación en diversos frentes.
Entre los tolimenses la inteligencia, la creatividad, la amabilidad en los escenarios particulares y privados se da silvestre, esa prodigalidad es menester amplificarlas a los escenarios públicos y comunitarios para ejercer allí también el derecho a solidarizarse y actuar, entre todos, de manera socialmente competente.
Que no nos pase a los tolimenses respecto Colombia y al mundo, lo que el finado Yu Takeuchi, profesor colombo-japones de matemática, sentenció en una entrevista con el también finado Pacheco, cuando éste le pregunto a aquel sobre la diferencia entre los japoneses y los colombianos, y el profesor colombo-japones contestó: “un colombiano es más inteligente que un japonés, pero dos japoneses son muchísimo más inteligentes que dos colombianos”.
Por el restablecimiento de la capacidad de confiar, dialogar e innovar pasa la construcción de un Tolima más competitivo en lo económico, en lo social y lo ambiental, con más y mejores empresas y fuentes de trabajo, más incluyente, más formalizado en su aparato productivo, con más equidad, con más inclusión, con más democracia y con más probidad. El Tolima sí quiere, puede y hay con quien.
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