El motivo de la protesta es el desbalance entre costos de producción y precios internos de compra recibidos de los intermediarios y de la industria. Dos empresas adquieren, directa e indirectamente, entre el 75 y el 80 por ciento de la cosecha, de manera casi permanente.
Las pérdidas están imposibilitando el pago de deudas y créditos, individuales y asociativos, de tal suerte que muchas tierras están en riesgo de embargo.
El cultivo del cacao en Colombia es minifundista. Hay 40 mil agricultores en 143 mil hectáreas, de las cuales 120 mil están en producción. Aunque en Huila y Tolima creció el área de siembra, más de la mitad está en Santander y el Sur de Bolívar.
En 2011 la producción fue de 44 mil toneladas, diez mil menos que en 1995, cuando llegó a 54 mil. Con esta baja del volumen no se atiende el consumo nacional por lo cual se importan casi nueve mil toneladas.
¿Cómo explicar la merma de la cosecha si hubo más hectáreas? Aunque no existe una respuesta unánime hay que remontarse a la transformación introducida en tiempos del Plan Colombia, consistente en remplazar cacaos criollos por los llamados “clones”, en particular por el denominado CCN51, con sabor amargo.
Se empleó también para que antiguos cultivadores de coca sustituyeran estos cultivos por plantaciones de cacao.
El CCN51 permite mayores densidades de siembra, lo que también facilita la propagación de enfermedades -como la moniliasis-, y exige mayor uso de agroquímicos y de mano de obra que las variedades autóctonas e implica más altos costos.
Producir un kilo de cacao vale hoy $4 mil y, cuando la referencia del precio internacional induce precios internos de compra por debajo, vienen las pérdidas.
No se aumentó la productividad por cada hectárea, lo que se había atribuido a las nuevas variedades. Se está frente a un quebranto estructural. Quejas similares se presentan en Perú con relación a este “clon”.
Colombia obtiene sólo el 1 por ciento de la producción global de cacao y vienen los TLC con Estados Unidos y Unión Europea.
Compañías como Mars, Nestlé, Cardbury, Hershey o Kraft Foods traerán productos procesados con cacao de África y Asia. Ante la inminencia urge una solución concertada y nacionalista, que involucre equilibradamente a cultivadores, eslabón básico de la cadena, y a la industria.
Un mecanismo de precio interno que garantice la sustentación, así sea con soporte estatal; la recomposición de los créditos, con generosos alivios iniciales; y la revisión del paquete tecnológico, serán claves para poder repetir que el país “sí quiere cacao”.
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