Esta semana falleció el economista y ecologista chileno Manfred Max Neff. Fue un pensador que me influyó mucho, sin que necesariamente él lo haya sabido, como seguramente a muchísimas personas en el mundo.
Tuve la oportunidad de conocerlo y escucharlo por primera vez en Cinep, cuando vino a un evento, creo que a finales de los años 80s, -ya había publicado su libro ‘Desarrollo a Escala Humana’. Economía Descalza y le habían otorgado el denominado ‘Premio Nobel alternativo en economía’-. Sin duda sus tesis eran sugerentes por lo que significaban como ruptura con los discursos económicos dominantes, tanto los que provenían de todas las teorías de la modernización, que consideraban que lo fundamental para las sociedades era el crecimiento económico y que por lo tanto las teorías como las políticas de desarrollo deberían ir en esa dirección; como también las tesis influidas por la economía marxista, que colocaban todo el énfasis en el llamado desarrollo de las fuerzas productivas, pero que en últimas apuntaban en la misma dirección de las anteriores, solo que bajo control del Estado. El discurso de Max Neff va a colocar el énfasis en las ideas que diferencian crecimiento económico –expresado en los grandes indicadores macro-económicos-, de desarrollo que hace referencia a la posibilidad que tengan todos los miembros de una sociedad de acceder a la satisfacción de necesidades básicas, que él las precisa en diez: subsistencia, protección, afecto, comprensión o entendimiento, participación, creación, recreo u ocio, identidad y libertad y una décima que trata separadamente, la trascendencia.
Debo reconocer que el discurso de Max Neff, junto con las ideas del Profesor de la Universidad Católica de Lovaina, Jean-Philippe Peemans, impactaron fuertemente mi manera de pensar y por supuesto me llevaron a la convicción de que había que concebir el desarrollo como aquellos procesos económicos, políticos, culturales, socio-ambientales y organizativos que apuntan a posibilitar la satisfacción de las necesidades sociales, dentro de las especificidades de las diferentes sociedades.
Esto implica que el desarrollo no es un simple problema de crecimiento económico, como lo han dicho reiteradas veces los ‘teóricos de la modernización’ ni tampoco es, como lo suponían los marxistas ortodoxos, un problema de ‘desarrollo de las fuerzas productivas’; el desarrollo requiere la creación de condiciones que posibiliten que la suma de los intereses individuales construyan efectivamente el interés colectivo. En lo político se trata de re-estructurar la democracia liberal exclusivamente representativa y centrada en la escogencia de la representación política y promover formas de democracia participativa donde la planeación del desarrollo juegue un rol fundamental.
Las propuestas de futuro hoy día y concordantes con la reivindicación de la democracia, deben pensar propuestas de desarrollo que permita combinar el crecimiento económico con la satisfacción de necesidades de los sectores mayoritarios de la sociedad y que lleven implícito un reconocimiento de las particularidades regionales. La construcción de propuestas de futuro para sociedades como las nuestras, implican combinar de manera adecuada políticas de crecimiento y políticas redistributiva. Además, las políticas de desarrollo en un país como el nuestro, deben pensarlo en su dimensión regional. Ya no es viable pensar propuestas únicas de carácter general que hagan caso omiso de las especificidades y dinámicas regionales. Igualmente, incorporar la dimensión ambiental como parte sustancial de las propuestas de desarrollo es una necesidad, más allá de los discursos integradores que nos hablan de ‘modelos sustentables’, pero sólo para el capital. Igualmente la relación equilibrada entre el crecimiento hacia dentro y la articulación con los mercados globales es una necesidad del momento.
Manfred Max Neff, un gran pensador cuya obra hay que re-visitar.
Comentarios