Las elecciones regionales y locales que se desarrollarán el próximo mes de octubre, van a conllevar una suerte de transiciones políticas en cada espacio regional y local. Y ojalá se manejarán como tales.
En general, la teoría de las transiciones políticas hacen referencia a cambios en el régimen político de autoritarismos a democracias y conllevan estrategias de diversos actores políticos previa y posterior a las mismas. En el caso del que nos ocupamos conlleva, no cambios en el régimen político, sino cambios de gobierno que por supuesto pueden tener alguna incidencia en el comportamiento de los regímenes políticos en esta dimensión subnacional.
En general podríamos decir, a partir de múltiples experiencias, que el alcalde o gobernador que sea elegido o elegida, una vez que asume esta responsabilidad debería dejar de comportarse como líder de un grupo, partido o coalición político y pensarse, y actuar por supuesto, como gobernante de todos los ciudadanos de su municipio o departamento.
En segundo lugar, igualmente enseña la experiencia, que lo deseable es actuar con la lógica de ‘construir sobre lo construido’, esto no significa que el gobernante elegido no pueda implementar sus prioridades en las políticas públicas de tipo territorial, -porque en las nacionales hay menos margen de maniobra-, lo que significa es que no se puede llegar a hacer tabla rasa con lo que han venido realizando sus antecesores, es decir, los gobernantes que se elijan no pueden creer que con ellos empieza el mundo y que todo lo anterior es desechable, porque esa es la forma de despilfarrar esfuerzos y recursos públicos que deben estar orientados a beneficiar a los ciudadanos.
Pero igualmente es importante que los gobernantes que elijamos en octubre próximo entiendan, que ellos no son una especie de ‘reyecitos o reinitas’ locales o regionales, que deben gobernar con sus Concejos Municipales y Asambleas Departamentales, que estos cuerpos de representación son importantes para su gobernabilidad y que por consiguiente es fundamental que dialoguen con las diversas fuerzas políticas y ojalá lleguen a acuerdos sobre prioridades de agenda, sin que esto signifique, de ninguna manera, acudir a prácticas corruptas o clientelistas, que ojalá las desterremos para siempre de la política regional y local. En esto es muy relevante ser cuidadosos en el uso del lenguaje desde el debate electoral; no creo que el uso de insultos, descalificaciones o calumnias sea el procedimiento adecuado. Crea odios y heridas que luego dificultan los acuerdos necesarios para la gobernabilidad.
Una transición política, pensada en función del bienestar de los ciudadanos y de los municipios y gobernadores, debería conllevar además de un ejercicio de empalme con la administración antecesora respetuosa, pero rigurosa, y un análisis reposado acerca de cuáles políticas públicas ameritan su continuidad con pequeños ajustes, que otras requieren cambios de mayor alcance y finalmente cuales son las políticas nuevas que realmente se requieran. La experiencia muestra que casi siempre políticas públicas novedosas son la excepción y que tienden a primar ciertos ‘incrementos’ en las políticas públicas actuales para superar obstáculos o hacerlas más eficaces.
Profesor Universidad Nacional
Comentarios