Muchos dicen que José Herman Muñoz Ñungo, rector de la Universidad del Tolima, es un “ratón de biblioteca”. Quizá no se equivoquen. Su vida transcurre entre libros, clases e investigaciones. Ni en su casa está alejado de la academia, pues hasta allí se reúne con esos alumnos que, como él, encontraron en el estudio su mayor pasión.
Los pocos ratos que tiene libres, que son contados, los usa para descansar y jugar dominó, ajedrez y videojuegos con su esposa y sus dos hijos. Y muy de vez en cuando hasta preparar algo de comer, porque, como dice, “sé cocinar, pero soy muy flojo”.
Su lista de títulos, licenciado en matemáticas y física, magíster en física de la Universidad de Antioquia y doctor en física, del Centro de Estudios Avanzados del IPN en México, con estudios de posdoctorado en física, del Centro Brasilero de Pesquisas Físicas, hace pensar que nació en medio de lujos, pero esto es una fantasía.
Lo cierto es que supo arriesgarse, buscar oportunidades y aprovecharlas. Su formación académica se la debe a las becas obtenidas con dedicación, disciplina y sacrificio.
¿De su infancia qué desea que jamás afronten sus hijos?La escasez con la que uno vivió.
¿Cree que si hubiera nacido en cuna de oro sería la persona que es hoy?
No, porque ese mismo entorno en el que me críe me fue generando nuevos retos.
¿Por qué?
¿Cuál es el futuro de uno en Venadillo?
Ser regador, por ejemplo, pero yo fui frágil. Creo que me tocaba estudiar porque era enfermizo, entonces ese entorno me dio las condiciones para poder hacer lo que he hecho.
¿De qué ha servido la perseverancia?
Para llegar a las metas que me propongo. Tener la capacidad de repetir las cosas una, dos y tres veces.
Y para saber que en la vida hay que ser esquemático, pero también arriesgado... Atreverse a volar.
Además del estudio, ¿qué otra cosa lo apasiona?
Muchas cosas, entre ellas leer un buen libro y la música colombiana.
¿Qué lección le deja la vida?
Cuando mi papá sale de la casa mi mamá no sabía hacer nada, pero fue capaz de sacar adelante sus seis hijos y, además, terminó la primaria y el bachillerato siendo ya una adulta.Eso me dejó una lección muy grande: el ser humano es capaz de hacer lo que se proponga.
Sensible
¿Qué hace llorar a José Herman?
Varias cosas, algunas de alegría y otras de tristeza, por ejemplo canciones que tienen mucho significado.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Se me llorosearon los ojos en la visita de Santos a Coyaima, al escuchar la interpretación musical de Dulce Coyaima indiana. Lo hice de emoción”.
¿Y de dolor...
Cuando sentía la soledad en Brasil, y hace muchos años al escuchar en las noches a mi mamá llorar. Ella se mostraba ante nosotros muy fuerte, como un roble, pero de noche le podía el llanto... Eso era duro.
¿Cuándo se ha desordenado?
Nunca. En el pueblo hice travesuras y me salieron mal.
¿Cómo cuáles?
En la primera tenía unos siete u ocho años. Recuerdo que estaba jugando a la lleva y me escondí en el baño de la casa, mientras que dos de mis hermanos se ubicaron a lado y lado de la puerta para cogerme. Para neutralizarlos empujé con fuerza la puerta para pegarle a uno en la cabeza y así huir, pero la broma me salió cara, un dedo de la mano se me quedó metido en una manija de la puerta y al jalarla me arranqué la falange.La otra me dejó una cicatriz muy grande en una pierna. Esta me la hice al enredarme en un alambre de púas, por estar huyendo tras molestar un panal.
Siendo tan travieso, ¿qué tanto ‘juete’ recibió?
Muy poco, a pesar de que en mi época se acostumbraba a pegarle a los niños y en mi casa había un perrero. Castigaban más a mi hermano, porque era más travieso.
En las cosas del corazón
Con las mujeres, ¿qué tan apasionado es?
Aunque soy introvertido, aprecio mucho la belleza de la mujer y su tenacidad.
¿Fue noviero?
No. Es el precio de las cosas. Creo que terminé el bachillerato y no había tenido novia, obviamente sí me gustaban mujeres, pero no me atrevía; era muy tímido e introvertido.
¿Lo sigue siendo?
Sí. Mucho. Excepto en los temas míos: educación e incluso literatura y música. Pero todavía si me voy a Bogotá y me toca al lado de una mujer muy bonita, no le hablo. No sé como decirle
¿cómo se llama? ¿Qué le gusta?
¿Es decir que su esposa fue su única novia?
No. Al terminar la universidad hubo una especie de romance o coqueteo con una o dos.
¿Cómo la conoció?
Ella es de Venadillo, de la misma cuadra en la que crecí.
Siendo tímido, ¿cómo la conquistó?
Ah... Creo que ya era buen partido, porque ya tenía la maestría y era profesor de la universidad (risas).
Yo iba a visitarla todos los viernes y nos casamos como al año y medio de relación.
¿Es matemático y calculador con su pareja?
Sí. En casi todas las facetas de mi vida soy como ajedrecista, pienso y repienso, soy calculador. Me gusta tener todo controlado, no dejar nada al azar.
Viene de abajo
José Herman Muñoz Ñungo nació en Venadillo, en el seno de una familia humilde cuya única pertenencia era una pequeña tienda. Su madre, con apenas tercero de primaria y su padre, primero, generaron en él su gusto por la academia, al igual que en sus cinco hermanos menores.
Recuerda que su madre le enseñó a leer y a escribir antes de entrar a la escuela, conocimiento que le daba estatus en su familia, pues hasta su bisabuela se sentía orgullosa.
“Ella era analfabeta y tenía unos hijos viviendo en el Cesar, quienes le enviaba cartas que yo siendo niño le leía. Me acuerdo de que decía ‘mijo, hágame la carta, porque allá me dicen que usted tiene una letra muy clarita’”, menciona.
En la escuela y el colegio siempre se destacó por el alto rendimiento, sobre todo en matemática, materia en la que adquirió habilidades al ayudar en las cuentas del negocio familiar.
Tras culminar la primaria ingresó al bachillerato, ciclo que culminó entre dificultades económicas, las mismas que obligaron a su padre a viajar solo a Medellín, sin la compañía de su esposa. Ella prefirió quedarse en su tierra natal, al principio viviendo de la caridad de familiares, y José Herman, pese a todos los pronósticos, ingresó a la Universidad del Tolima.
Llegar a la educación superior se convirtió para él en su obsesión. No tenía definido ni siquiera qué estudiar, tanto así que se matriculó en Administración de Empresas y al otro día optó por Licenciatura en Matemáticas, siguiendo los consejos de un tío.
Como el semestre A de 1982 inició tarde, se fue a trabajar a Armero en un taller en el que logró ahorrar cuatro mil pesos, y al iniciar clases se resignó a estar en la universidad hasta que esa plata le alcanzara. Por fortuna, su esfuerzo se vio recompensado con una beca que le permitió culminar el pregrado, a partir de allí todo fue fluyendo.
Confidente
¿Cuál es el juez más implacable para José Herman?
Herman, porque el compromiso es conmigo mismo. Soy intolerante conmigo mismo, entonces no me sirve que otra persona me esté criticando.
¿Qué le disgusta de usted?
Ser tan esclavo de las cosas (risas).
¿Cuándo se para frente al espejo le gusta lo que ve?
Uno termina gustándose (risas). A veces he pensado que lo que está detrás del espejo es el real y este es la imagen.
¿Le enseña a sus hijos, o le deja la educación a terceros?
Quisiera solo enseñarles con el ejemplo, pero la parte formal que se las dé otra persona. Resulto ser muy apasionado y aburridor para ellos porque soy demasiado 'cantaletoso' e intolerante para algunas cosas.
¿Cuál es su mayor debilidad?
La timidez. Me gustaría dejar de cohibirme de cosas como cantar en una reunión, cuando me gustaría hacerlo.
¿Su mayor fortaleza?
La dedicación a largo plazo. Puedo durar estudiando un mismo tema un día, semanas, meses y años. Tengo la capacidad de sentirme bruto durante mucho tiempo (risas).
¿Cuál ha sido su peor pecado?
Hay varios, quizá por los tragos. Alguna vez me emborraché y me enlaguné. Me embriago muy fácil, por eso prefiero no tomar.
¿Qué le falta por hacer?
Conocer algunas partes de Colombia y el mundo como San Agustín, Santander, Amazonas, Panamá y Egipto. También me gustaría aprender a tocar un instrumento, a jugar bien billar, escribir un libro y componer una canción.
¿Lo ha intentado?
He escrito algunas cosas, pero aún tienen el blindaje de la privacidad. Temo al ridículo. Tengo algunas líneas que desde la ignorancia les llamo poemas.
¿Qué no se perdona?
No haber conocido antes las cosas bonitas que tiene el país, como la Catedral de Sal de Zipaquirá y no haber aprendido a hablar bien el inglés. Esa es una cuenta de cobro que pasaré a la educación que me dieron.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir en su juventud que le deja a las nuevas generaciones?
Que en su educación sean más integrales. Me dediqué a la disciplina: la matemática y la física, y aunque en Venadillo jugué fútbol, es bueno que la gente tenga otros complementos. Que tenga hobby y los cultive.
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