Llegó a mis manos una invitación a un matrimonio y, después de leerla, no tuve más que exclamar: “Vivir para ver”, y es que no podía decir más ante lo que leía: “Tormenta de sobres”.
Lo anterior es una muestra de que todo cambia y algunas veces no para mejorar. En este caso lo que uno puede interpretar es que la suma de dinero que esperan que se incluya en el sobre debe ser mayor de la que se daría en una simple “Lluvia de sobres”. Y tal es la velocidad del cambio, que debemos prepararnos para que en poco tiempo recibamos tarjetas que digan: “Tsunami de sobres” o que registren en letra de molde: “Se acepta todo tipo de tarjetas débito y crédito, disponibilidad de datáfono al ingreso”.
De nuevo escribo sobre el tema porque, con frecuencia, lectores y personas con quienes me encuentro, me preguntan al respecto. A todos ellos, y a ustedes apreciados lectores, los invito a que no incurran en semejante atropello, porque es una práctica de muy mal gusto. Para algunos invitados puede estar bien, pues es una salida rápida y no implica ni siquiera pensar en la persona, es sólo cuestión de poner un billete en un sobre.
Para muchos otros, aquellos que sienten que ser invitados a una boda es cuestión de afecto y aprecio por los contrayentes o sus familias, se sienten incómodos de esta petición, que se entenderá como un cover o una boleta de ingreso.
A su vez, es lamentable escuchar cómo, cuando se habla de organizar la fiesta de la boda, muchos anfitriones esperan completar el presupuesto de ésta con el dinero que se reciba. Repito: no está mal que un invitado obsequie dinero, si así lo desea. Sin duda, entregar un sobre es lo más fácil, aunque la incomodidad es decidir una cantidad que los novios no vayan a considerar muy pobre. Lo que sí es una gran falta de urbanidad y de buen gusto es escribir en letras de molde en la tarjeta – que a lo mejor es bonita y les ha costado un buen dinero- la fastidiosa frase: “Lluvia de sobres” o, peor aún, “Tormenta de sobres”.
Para completar este ritual, le sigue una sonriente mamá o hermana de la novia, que a la llegada al lugar de la fiesta indican amablemente a los invitados: “El cofre está allá”, señalando una muy bien decorada caja o baúl, entronizada en un lugar bastante destacado. Vale decir que conozco de eventos en los cuales han robado el contenido del baúl.
Infortunadamente, esta moda de pedir dinero en las tarjetas de invitación se ha extendido a todo tipo de celebración: para baby shower, cumpleaños, grados, primeras comuniones, despedidas de soltera, apertura de nueva casa, etc.
La recomendación para anfitriones y homenajeados es que permitan que el invitado exprese su deseo de dar el regalo como a él le parezca y se sienta mejor, recuerden que es un detalle voluntario. No pidan dinero, hacerlo es como decirle: lo invito a mi fiesta pero lléveme regalo, si no, no vaya, pues en la entrada deberá entregarlo; estoy segura que nadie consideraría cometer tal atropello.
Cosa distinta es la lista de regalos para las bodas siempre y cuando ellas ofrezcan alternativas de precios. Esta se recibe como una sugerencia y no como una exigencia. Es práctico y ayuda a acertar con el gusto o necesidad del nuevo hogar; ocurre que muchas veces se desconoce las preferencias de la pareja y lo que uno menos quiere es que el obsequio termine en el cuarto de San Alejo.
La práctica de sugerir el dinero en lugar de los regalos sólo se justifica para matrimonios, cuando la pareja se va a vivir a otro lugar, lo cual evita el trasteo y les permite comprar lo que requieran donde se instalen. Pero, aún en tales casos, no se registra en la tarjeta, se deja saber por otro medio.
Asegúrese que sus amigos sienten que les invitan porque su compañía les complace, no porque necesitan una cuota para completar sus compras.
Llegó a mis manos una invitación a un matrimonio y, después de leerla, no tuve más que exclamar: “Vivir para ver”, y es que no podía decir más ante lo que leía: “Tormenta de sobres”.
Credito
MARTHA CRUZ
Comentarios