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Solemos recibir con cierta frecuencia algunos ‘golpes al ánimo’, que no solo nos dañan el semblante sino que además estropean nuestra cotidianidad.
Me refiero a esos contratiempos que nos atosigan, nos desmotivan y, en algunos casos, nos dejan devastados.
La falta de plata, la rutina, el malgenio, los problemas en el trabajo los cuales, sumados a la larga emergencia sanitaria que hemos vivido, han logrado que muchos hoy estemos al borde del colapso.
Lo anterior sin contar que existen personas que ocupan puestos en las oficinas que aborrecen, cultivan relaciones tóxicas y, en general, están inmersas en una vida que definitivamente no les permite sentirse plenos.
La verdad es que nadie tiene una fórmula precisa que nos haga levantar motivados por las mañanas, sabiendo que llevamos a la espalda tantas afugias.
Sin embargo, cuando la vida que llevamos nos tiene frustrados, ‘sí o sí’ necesitamos de un revulsivo que nos haga cambiar el horizonte para bien.
Yo sé que para situaciones como la falta de plata, lo mejor sería diseñar sanas estrategias para conseguirla; ante la rutina podríamos apostarle al cambio; tras las rabietas no nos caería mal una gota de serenidad; y ante los líos en la oficina nos caería bien una asertiva comunicación.
Más allá de esos antídotos, cada quien debería analizar por qué afronta tales molestias. Todo lo que nos sucede tiene una razón de ser y debemos escudriñarla en lo más profundo de nuestro ser para detectar esos vacíos y desequilibrios anímicos.
Es decir, hay que preguntarnos realmente qué es lo que nos ocurre, so pena de seguir en ese remolino de amarguras.
Pienso que a muchos nos hace falta diseñar momentos que en verdad nos emocionen. ¡Y no hablo solo de adoptar el hábito de sacarle el jugo al ocio con el fin de tener un espacio creativo distinto a nuestras desaliñadas agendas!
La verdad es que considero que los alicientes más efectivos tienen que ver con estímulos reales que nos ofrezcan vitamínicos para el alma.
Deberíamos dejarnos llevar por un acertado sentido de vida e incluso encontrarnos a nosotros mismos para saber redireccionar nuestro mundo.
Lo digo porque, cuando se camina sin fe, se termina impregnado de aburrimiento y de paso se ‘aborta’ la mejor chispa que podemos ostentar en la vida; es decir, la del entusiasmo.
A muchos nos falta una buena cuota de energía y, en algunos casos, eso nos pasa porque no hemos logrado definir el significado de nuestros sueños.
Podría decir que no hay que hacer muchas cosas para encontrarle una salida a tanta confusión; bastaría con encontrar el verdadero enfoque.
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