Las plagas y enfermedades tienen un nuevo aliado que llegó a engrosar la lista de amenazas que atormentan a los agricultores: el cambio climático.
La variabilidad climática, que se expresa por estos días con el fenómeno de ‘El Niño’ (presencia de menos lluvias y un verano acentuado con fuerte incremento de la temperatura y el brillo solar), ha puesto sobre la mesa de discusión con qué semillas se puede afrontar la falta de agua para el desarrollo agrícola.
Existen varias posturas, que incluyen las transgénicas, mientras que otros prefieren los híbridos o las variedades.
Tolerantes a sequía
De acuerdo con María Andrea Uscátegui, microbióloga industrial, M.Sc. en Biotecnología y directora ejecutiva de la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola, Agrobio, las semillas transgénicas son una alternativa para la seguridad alimentaria, herramienta que permite obtener mayor producción en menos área.
“Se tienen cultivos más resistentes y tolerantes a la sequía, donde, por periodos más largos sin agua, se mantienen vivos y produciendo sus frutos, como por ejemplo un maíz que se aprobó en Estados Unidos en 2011, que ha mostrado rendimientos tan importantes como los híbridos”, agregó.
Según Uscátegui, los rendimientos por hectárea en el Occidente de Estados Unidos tienen un promedio de 3,5 a 6,5 toneladas; mientras que el maíz genéticamente modificado, GM, en mención puede proporcionar 7,5 toneladas por hectárea.
La directiva de Agrobio dijo que existe una caña de azúcar en Indonesia tolerante a la falta de agua, y en Argentina se acaba de aprobar una soya resistente a la escasez del líquido, un desarrollo ejecutado por la industria de ese país.
Frente a los efectos de los transgénicos en la salud de los humanos, estimó que “son tan seguros como su contraparte, la convencional. Generalmente, son variedades o híbridos utilizados en el ámbito comercial a los que se les ha hecho la inserción de un gen que le ofrece una característica especial, puntual o deseada. Son estos cultivos los más estudiados en la historia de agricultura”, agregó.
La directiva dijo que se tiene una regulación de orden internacional y nacional muy rigurosa y que ya van 19 años desde que se aprobó el primer cultivo genéticamente modificado, y no hay un solo caso en el que se haya demostrado científicamente que los transgénicos han afectado la salud humana y animal o el medio ambiente.
En Colombia, en 2014, se tuvo 89 mil hectáreas de maíz GM y casi 30 mil de algodón, en 21 departamentos que siembran maíz y 11 que plantan algodón.
“Los agricultores apuestan a este tipo de tecnología, porque les brinda beneficios agronómicos, ambientales y económicos”, aseveró.
Agricultura vertical
Por su parte, Hernando Niño Rivera, director de la Corporación Colombia Orgánica, CCO, considera que para afrontar el cambio climático, la única opción que nos queda es la agricultura controlada, ya que frente a ese desorden climático, ni las semillas convencionales, tradicionales o transgénicas son garantía para producir, porque el problema es que nadie puede predecir la forma en que se presentarán las futuras lluvias, y mucho menos los veranos; es decir, ese desequilibrio ambiental es incontrolable.
“Todos los países del mundo están virando hacia la agricultura bajo cobertura, en la que pueden ser controladas temperatura, agua, humedad relativa y presión barométrica, pero con semillas ancestrales, que son las que presentan mayor resistencia”, agregó.
Niño Rivera considera que las semillas genéticamente modificadas son más exigentes en suelos, en fertilización, pero sí hay unas más resistentes a plagas y enfermedades.
Para el Coordinador de la CCO, la siembra de maíz, soya, sorgo, arroz, cebada y trigo debe efectuarse en zonas que tengan agua para implementar sistemas de riego, buena materia orgánica y suelos con seis unidades de PH.
“Frente a este nuevo reto que se llama cambio climático, el país que no tenga semillas mejoradas ancestrales y colecciones de semillas genéticas es como un banco que no posea reservas de oro para las emisiones de dinero”, aseveró.
Para Niño Rivera, bajo cobertura se puede trabajar con fríjoles, arvejas, todas las hortalizas de hoja, tubérculos y verduras.
En su concepto, hay un aprovechamiento al máximo del desarrollo de la agricultura vertical en el caso de alimento verde.
Por ejemplo, en un metro cuadrado en lechuga, tradicionalmente se plantan nueve matas, mientras que en un chorizo de dos metros de alto por 30 centímetros de diámetro caben 60 plantas con agricultura protegida (invernaderos).
“Esta es una tecnología que la puede establecer cualquier campesino, acorde a su presupuesto”, sentenció.
No son la maravilla que pintan
Para Henry Vanegas Angarita, director ejecutivo de la Federación Nacional de Cerealistas y Leguminosas, Fenalce, con maestría y doctorado en mejoramiento genético vegetal y de semillas, frente a los transgénicos, nos han vendido mal el cuento: como si fueran de mayor rendimiento.
“Un híbrido transgénico no rinde más que el mismo híbrido en su versión no modificada. La transgénesis es muy puntual. No los hay para tolerancia a sequía o con más rendimiento”, aseveró.
En su concepto, son más amigos de los híbridos que de las variedades, pues es una tecnología que tiene un potencial inmenso, debido a su diversidad genética. Además, doblan a las variedades en producción.
“Han entrado en la moda y creen que los transgénicos nos van a sacar de todos los problemas, pero tampoco es así. Nos vendieron el cuento de que por facilidad en áreas grandes; mentiras: la Fazenda siembra 14 mil hectáreas de maíz y ninguna pepa es GM. En México, Venezuela y Perú no los plantan, y en Brasil ingresaron hace poco”, agregó.
Frente a la resistencia contra los GM, Arciniegas Angarita dijo que hay enemigos de los transgénicos que, sin tener conocimiento biológico ni científico, son aficionados a contradecir todo.
“Si el problema limitante en una zona es el diatrea, pues que use un transgénico con BT, ya que es una necesidad, no porque le rinda más, sino como alternativa para enfrentar esa plaga”, estimó.
A su juicio, la expresión de los transgénicos se ve condicionada por el clima y en Colombia ese factor sí que está desordenado.
Crecen en el mundo
De acuerdo con el informe Isaaa 2015, los cultivos transgénicos ganan áreas en el mundo desde el momento mismo de la autorización del primer cultivo, hace 19 años.
Al cierre de 2014, en el mundio se plantaron 181,5 millones de hectáreas con cultivos biotecnológicos, lo que ha significado que se tiene una tasa de crecimiento anual entre el 3% y el 4%.
En el informe se consigna que “en promedio, la adopción de la tecnología GM redujo el uso de plaguicidas en un 37%, aumentó el rendimiento de los cultivos en un 22% e incrementó las ganancias de los agricultores en un 68%”.
De los 28 países que sembraron cultivos GM en 2014, 20 son en desarrollo y ocho, industrializados.
Frente al maíz DroughtGard™ (resistente a la sequía), en Estados Unidos Unidos se plantaron en 2013 cerca de 50 mil hectáreas y en 2014 esa área rondó las 275 mil hectáreas.
Los mayores sembradores de cultivos GM, en su orden, son: Estados Unidos, Brasil, Argentina, India y Canadá, entre otros.
Según el estudio, 18 millones de productores sembraron cultivos GM en 2014, de los cuales cerca del 90%, o sea 16,5 millones, eran pequeños.
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