Frente al malecón de La Habana ondea, batida por el suave viento del verano, la bandera de Estados Unidos. A pocos metros, mucho más alta e imponente, está la de Cuba. Durante 56 años, los dos países, a los que apenas los separan 166 kilómetros, se trataron con hostilidad. Como enemigos. Esta vez no habrá un muro que se derrumbe; por eso, a los cubanos todavía les cuesta creer que soplan vientos de cambio. Pero todos saben que bajo la calma chicha que reina en el malecón, algo se está moviendo en Cuba: la historia. A 15 minutos del malecón, en el Hotel El Palco, en medio de las hermosas casas de Siboney, se respira un clima similar. Aunque en Colombia se ve la Mesa de Conversaciones estancada e inmóvil, en La Habana hay más movimiento que nunca. Las brisas de agosto han traído un clima de optimismo, que tiene que ver con la creación de la subcomisión jurídica. Luego de un año en el que las posiciones parecían estancadas en si habría cárcel o no para los guerrilleros, el Gobierno decidió crear esta instancia de seis juristas –tres propuestos por el Gobierno y tres por la guerrilla– para resolver el nudo gordiano. Es decir, para encontrar un equilibrio entre realidad política y fronteras judiciales. Algo que la Mesa no ha logrado hasta ahora y que tenía anclado el proceso de negociación. A la cabeza, podría decirse, está el exmagistrado de la Corte Constitucional Manuel José Cepeda, de talante liberal, quien fue el cerebro del nuevo fuero militar. Con su presencia los militares están tranquilos. Además, es cercano al expresidente César Gaviria quien ha venido ventilando una propuesta de justicia transicional para todos los sectores, incluidos los civiles, que se untaron de sangre en la guerra.?Juan Carlos Henao, también exmagistrado de la Corte Constitucional y actual rector de la Universidad Externado, es un intelectual de ideas progresistas. Desde la primera reunión, con su estilo desenfadado, rompió los rituales tensos y protocolarios en los que se mueve la Mesa. Cuentan que de entrada les preguntó a los jefes de las Farc, sin pelos en la lengua, si estaban allí por cansancio, por convicción o por vejez. Alguno de ellos respondió que una mezcla de los tres. Paradójicamente, Doug Cassel, el profesor de Notre Dame que recibió dardos de los sectores conservadores por ser un defensor de derechos humanos, ha resultado el más duro de roer para la guerrilla, por sus posiciones más punitivas. Del lado de las Farc lleva la batuta el español Enrique Santiago, que ya ha puesto las cartas sobre la mesa sobre lo que busca la guerrilla en materia de justicia: mucha verdad y sanciones reparadoras. A estas alturas puede decirse que las Farc ganaron parcialmente el pulso contra el Marco Jurídico para la Paz, pues los juristas están trabajando en un nuevo “muñeco”, que es como se le llama coloquialmente a la propuesta global de justicia. Este jueves viajaron a La Habana a presentarlo ante la Mesa. “Estamos cerca de lograr una fórmula”, dicen convencidos los miembros de las Farc. La subcomisión le rinde cuentas directas al presidente, y se sabe que la directriz dada por Santos fue: sean creativos. Está claro que la balanza se está inclinando hacia una combinación de criterios políticos y jurídicos. Habrá tribunal, pero seguramente penas alternativas. La palabra cárcel tambalea mientras el término confinamiento parece abrirse paso. El cese: cada vez más cerca Pero si el “muñeco” de la justicia ya está a medio armar, el “esqueleto” del cese al fuego y dejación de armas está en un 90 por ciento, según ambas partes. Desde marzo la subcomisión del fin del conflicto, encabezada por el general Javier Flórez y por Carlos Antonio Lozada, del secretariado de las Farc, trabaja sin descanso. Para las Farc, Flórez es “todo un general”. Un estratega. Algunos observadores incluso notan cierta reverencia de los guerrilleros cuando lo saludan. Del lado de los militares hay respeto, aunque distante y sobrio, hacia los guerrilleros. “Son de carne y hueso”, dice uno de los oficiales, quien reconoce que la disciplina de trabajo de Lozada y su equipo es impresionante. “Hay que ver a Romaña haciendo la tarea”, dice. El buen clima que hay entre militares y guerrilleros no proviene tanto de que todos hayan sido guerreros, sino de lo mucho que se conocen. “Aquí nadie caña”, dice un miembro de las Farc. El otro elemento que ha hecho exitoso el trabajo de este grupo es que desde el principio demarcaron las líneas rojas. No pierden tiempo tirando globos al aire. ?Ahora, las partes comentan en voz baja que los puntos que faltan por acordar son difíciles. Faltaría también que la propuesta pase por la Mesa para ser aprobada, y que la ONU o quien asuma la verificación tenga listo su operativo en terreno. Es decir, se requieren por lo menos seis meses más para que el cese se convierta en realidad.
¿Hay garantías??Por lo tanto, ya no son la justicia ni el cese al fuego los puntos que tienen paralizado el proceso o los que desvelan en La Habana. Son más bien las garantías y la implementación. Recientemente se creó otra subcomisión encabezada por el general Óscar Naranjo y por Pablo Catatumbo, cuyo tema central es qué hacer con el paramilitarismo, una preocupación que tienen las Farc de cara a una eventual desmovilización. Hay diferencias profundas en la caracterización de estos grupos. Mientras el Gobierno las define como bandas de criminales comunes sin articulación con el Estado, la guerrilla piensa que son las mismas fuerzas oscuras de siempre, ligadas a las elites y a las instituciones corruptas. Sin embargo, las posiciones no son extremas. El gobierno reconoce que no ha podido controlar el fenómeno paramilitar, y las Farc que sí se han hecho esfuerzos en ese sentido. La prioridad que tienen es encontrar fórmulas sobre qué hacer con este fenómeno y no se descarta que de allí salga una fórmula de sometimiento a la justicia para las bacrim. Ahora, también le corresponde a la guerrilla otorgar las garantías. La semana anterior, Pablo Catatumbo leyó un comunicado en el que reconoció que guerrilleros de esa organización asesinaron al líder afro de Nariño Genaro García. Manifestaron condolencias y que harán justicia con sus códigos internos. No pidieron perdón. Esa es una palabra que no está incorporada, aún, en su vocabulario. Cuestión de estilo. Si algo ha cambiado en La Habana es el lenguaje y el tono. Los reclamos altisonantes han desaparecido pero la desconfianza mutua sigue viva. A las Farc se les notaba la incomodidad con el debate abierto en Bogotá sobre el ‘congresito’. Su principal reclamo es que no se les haya consultado. Sin embargo, hay conciencia de que las opciones no son muchas –todas difíciles– y por eso ni en las conversaciones de pasillo, ni en su comunicado oficial, leído por Iván Márquez, han rechazado de plano una figura de este tipo. Lo que piden es que no se haga nada de manera unilateral. Igualmente ponderado resultó Humberto de la Calle en su respuesta, al aducir que el gobierno no improvisa sino que se prepara para sacar adelante los acuerdos, en armonía con la ley. Ese será por tanto el pulso que viene. Pero el tono ha bajado. Aquello de desescalar el conflicto en Colombia y buscar acelerar en La Habana se ha empezado a cumplir.
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