“Un cese al fuego puede ayudarle al proceso de paz”: Jan Egeland

VerdadAbierta.com - EL NUEVO DÍA
El secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, Jan Egeland, visitó al país para constatar que la guerra sigue teniendo profundo impacto humanitario en las zonas rurales más alejadas. VerdadAbierta.com habló con él sobre el actual proceso de paz.

Para Jan Egeland Colombia no es una tierra desconocida. El hoy secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados estuvo en Colombia en 1999 enviado directamente por Kofi Annan, como asesor especial de la ONU para los diálogos que se iniciaban en el Caguán, entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc.

Para entonces este noruego ya tenía una larga trayectoria en resolución de conflictos. Había participado en los acuerdos de Oslo, que permitieron el primer acercamiento secreto entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en 1993, y en la firma de los acuerdos entre el gobierno de Guatemala y la guerrilla Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca en 1996.

Durante los dos años que estuvo en Colombia, Egeland conoció por dentro el proceso de paz del gobierno de Pastrana, y fue uno de los pocos diplomáticos que tuvo acceso tanto al máximo jefe de las Farc ‘Manuel Marulanda’; como al líder histórico del Eln, Nicolás Rodríguez, ‘Gabino’. Pero ni con el uno ni con el otro las negociones llegaron a feliz término. En 2002 se fue del país y desde entonces ha dirigido prestigiosas organizaciones de derechos humanos como la Cruz Roja en Noruega, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios y Human Rights Watch en Europa.

Además, ha conocido de cerca conflictos como los de Gaza, Uganda, Congo e Irak.

La semana anterior regresó a Colombia de la mano de la ONG que dirige, y que tiene presencia en 24 países del mundo donde hay conflictos, incluido Colombia, donde tiene cinco oficinas. Su viaje incluyó una visita a Jambaló, en Cauca, y Tumaco, en Nariño, dos municipios que han estado en jaque por los grupos armados durante todo este año. Allí conoció las aulas que su organización ha construido como parte de la asistencia humanitaria a la población.

VerdadAbierta.com habló con él en la costa nariñense sobre la guerra, la paz y las experiencias del pasado.

Verdad Abierta: Usted estuvo en Colombia durante el frustrado proceso del Caguán y regresa ahora que hay conversaciones con la guerrilla en La Habana. ¿Qué diferencias ve entre lo que se vivía hace diez años y ahora?

Jan Egeland: Hace más de 10 años la guerra era generalizada. Se estipula que 200 municipios eran los más azotados por el desplazamiento forzado. Las ciudades principales también padecían la violencia: Bogotá llegó a ser una de las capitales más violentas del mundo, en Medellín y Cali las bombas, los atentados y los homicidios estaban disparados. Antes la expectativa de vida era de 50 años y ahora es de más de 70. Esto indica que la guerra cambió pero no porque haya disminuido sino porque hoy se vive en zonas rurales, donde normalmente no ha habido presencia estatal, y en algunas zonas urbanas marginadas, como Tumaco. Los desplazamientos masivos ya no se concentran en 200 sino en 20 municipios del país.

VA: ¿Cuál es el riesgo de que la violencia ya no sea generalizada?

JE: Olvidar que en esos lugares existe guerra es lo peor que le podría pasar al país. Yo creo que hay dos Colombias completamente distintas. Una, que incluye a las ciudades principales, es próspera, más pacífica y tiene cierta estabilidad. Esa Colombia se parece a Suiza. Pero hay otra que está en un conflicto completamente vivo y se parece al Congo.

VA: Usted dirige ahora una organización que trabaja por los refugiados. ¿Ha cambiado este problema en Colombia?

JE: Cuando era el enviado a Colombia del secretario de la ONU, Kofi Annan, los desplazamientos masivos eran dos veces más grandes que los de ahora. Pero esta modalidad permanece pues entre 2013 y 2014 ha habido 140 desplazamientos masivos. A esto se suman los desplazamientos individuales. En total, Colombia registra casi 6 millones de desplazados y más de 400.000 refugiados desde los 80. Sólo en 2013 se desplazaron 200.000, según la ONU. Antes del desplazamiento, el 54% de esas personas eran pobres y después la cifra subió a 97%. De igual manera, el 27% estaban en extrema pobreza (con menos de un dólar por día) y luego del desplazamiento se pasó a un 77%. Colombia produce más desplazados que muchas otras guerras y lo más grave es que el 60 % de este hecho se concentra en 13 municipios del país.

VA: En esta visita usted estuvo en Jambaló y Tumaco, dos municipios donde se vive el conflicto. ¿Cómo ven sus pobladores los diálogos en La Habana?

JE: Allí no se ve un proceso de paz sino que el conflicto ha aumentado porque las partes quieren tomar posiciones para hacerse más fuertes antes de que termine la guerra. Además, son lugares donde están todos los grupos: las Farc, el Ejército, las bandas criminales y el único que falta es el Estado con algo más que presencia de Fuerza Pública.

VA: ¿Ese recrudecimiento del conflicto ha sucedido durante otras negociaciones de paz en el mundo?

JE: Claro. El dialogar en medio de la guerra produce unas crisis que están relativamente contempladas. Pero yo creo que en estos momentos, un cese al fuego puede ayudarle a los diálogos entre el gobierno y las Farc.

VA: ¿Quiénes son los que más sufren ese recrudecimiento?

JE: Los indígenas y los afros ponen hasta el último de sus hombres en este conflicto. Ellos lo dan todo por sus tierras, son los que ponen más desplazados y más muertos. Luchan de una manera muy desproporcionada a como lo hace el resto de la gente del país.

VA: Usted dijo que los grupos armados quieren fortalecerse antes de terminar la guerra. Según las experiencias internacionales, ¿realmente se finaliza el conflicto con la firma de un acuerdo?

JE: A principios y mediados de los 90 hubo varios procesos de paz que se acordaron en Centroamérica, como el de El Salvador y el de Guatemala. Sin embargo, después de la firma los índices de homicidios no bajaron mucho. Hubo una paz formal porque se desmovilizaron la guerrilla, grupos del Ejército inmiscuidos en violaciones a derechos humanos o actores ilegales que trabajan con el Estado, pero no hubo paz en territorio y no se logró una seguridad para la gente. Se trató únicamente de una paz política como la de El Salvador, donde antiguos jefes de las cinco guerrillas que componían el FMLN hoy son políticos.

VA: ¿Y cuál es el riesgo en Colombia?

JE: Las otras formas de violencia, como las bandas criminales, son un problema que se tiene que reconocer y una amenaza contra la población. Si bien las bacrim no tienen nada de políticos como la guerrilla, sí produce el mismo efecto negativo como muerte, homicidio y conflicto. Será muy difícil si sólo se firma una paz política para las Farc y quedan esas bandas.

VA: ¿Qué diferencia ve entre el proceso del Caguán y el que se sigue hoy en La Habana?

JE: En el de Pastrana realmente nunca hubo diálogos serios. Solamente se conversó sobre cómo negociar. En cambio ahora ya hay tres acuerdos pactados. Otra diferencia es que por un momento, antes de iniciar estas últimas negociaciones, el gobierno y las Farc actuaron de manera discreta. Yo creo que eso es lo que permite el éxito de un proceso de paz porque no tiene la presión de la opinión. Pero esto se perdió y ahora los avances, los tropiezos y las pausas son completamente públicos. Sin embargo, creo que este proceso de paz sí se logrará.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

VA: ¿Y cómo ve el tiempo que se ha tomado para estos diálogos? ¿Ha sido igual en otros países?

JE: Aquí el proceso es más lento. El Canal Noruego, que se hizo en 1993 para acercar a Israel y a Organización para la Liberación de Palestina, tardó nueves meses entre el primer cara a cara y la firma. Era muy diferente porque no se acordaron puntos de un acuerdo sino cómo posibilitar el fin del conflicto, cómo acercar a las partes. El de Guatemala duró seis años con varias pausas de por medio. Más allá del tiempo de otras negociaciones, creo que este es el momento para el proceso de paz colombiano. No se pueden tardar otros dos años para pactar los tres acuerdos restantes. Es ahora o nunca.

VA: ¿Cuál es la diferencia de este proceso de paz con otros del mundo? 

JE: En todos los países creen estar en las más difíciles condiciones para dialogar pero no es así. Si bien es cierto que en 50 años Colombia ha padecido un conflicto duro, no es lo mismo negociar el futuro de Jerusalén que una guerra causada principalmente por la tierra, en un país completamente rico y extenso y en crecimiento económico como es Colombia. Otra diferencia es que este país tiene el dinero para reparar a las víctimas mientras que otros no. Una gran ventaja es que los diálogos han sido directamente entre las partes mientras que en otras situaciones, la negociación es por países intermediarios.

VA: ¿Cómo ve este proceso de restitución de tierras respecto a otros del mundo?

JE: La tierra y el desplazamiento son el núcleo del conflicto colombiano, la causa y el efecto. En restitución hay buenas leyes pero un regular sistema de realización. Si no es más eficaz el proceso, se tomarán un centenar de años restituyendo las tierras de los campesinos y no es un buen augurio que haya 39 jueces de tierras para solucionar cientos de miles de casos. Hay ejemplos fallidos de los que se podría aprender como el Zimbabwe, donde dieron hectáreas sin que las personas supieran cultivar, o Mozambique y Angola, que no fue una restitución sistemática.

VA: Después de visitar Jambaló y Tumaco, ¿qué impresiones se lleva? 

JE: La organización de los indígenas Nasa del Cauca es impresionante y me sorprenden las condiciones de violencia de Tumaco. Además de estar en medio del fuego de todos los actores armados, el Ejército colombiano mezcla lo civil con lo militar al utilizar escuelas como cuarteles. Los niños no pueden ir a estudiar por temor a que las Farc ataquen el fortín que hay en sus colegios y ya ha habido menores de edad muertos por eso.

La diferencia en Colombia de la que hablé al inicio se ve realmente en que las personas de las ciudades capitales desconocen o ven muy lejano lo que se vive en lugares como Tumaco. Con seguridad la reacción de que un niño no pueda estudiar por haber una base militar en el colegio sería otra si esto sucediera en el norte de Bogotá. Otra de las cosas que vi es la violencia de los empresarios. Aquí las empresas privadas hacen lo que quieren con las tierras que por años han pertenecido a las poblaciones más vulnerables sin que el Estado diga nada, como pasa en Tumaco con las palmeras en territorios de comunidades negras.

Credito
VERDAD ABIERTA

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