La antigua granja Luis Bustamante, que sirvió para instruir a los estudiantes rurales, sería uno de los dos sitios en el Tolima donde se concentrarán los guerrilleros de las Farc que están dispuestos a dejar las armas. Esta construcción está ubicada entre el casco urbano de Villarrica y la vereda La Colonia.
En La Colonia se formaron las primeras guerrillas liberales en 1950 y se soportó los duros bombardeos del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, ahora residen 12 familias en medio de las ruinas que dejó el Napalm. Parece un pueblo fantasma y pocos se atreven a opinar sobre las Zonas Veredales Transitorias de Normalización, Zvtn.
El Instituto Técnico, a 30 minutos del casco urbano, fue construido por el Comité de Cafeteros, y luego de acabarse la educación rural con énfasis en estudios agropecuarios, fue dejado en comodato a la Alcaldía, ahora residen familias a quienes ya les pidieron el sitio para acoger a los desmovilizados.
El área es de al menos 40 hectáreas, allí siguen en pie los salones que ahora sirven como dormitorios, un polideportivo y una imagen de la Virgen, que quizás ha sido testigo de muchas historias de los pobladores de La Colonia y sus estudiantes.
Por el camino destapado, se ven las fincas donde desde hace unas décadas retornaron los campesinos a cultivar la tierra; según la Alcaldía, más de la mitad de la población, unas seis mil personas, fueron desplazadas por la violencia.
Los que opinan en contra de la llegada de la guerrilla aseguran que esperan que la historia no se repita y que el campesino no se vuelva a alzar en armas para defender sus tierras, así como ocurrió en la década de los 50.
Álvaro Suárez, trabajador de la zona, comentó: “Trataron de acabar con la población en 1999, pero ahora sí la piden; cuando vino ‘Romaña’ Dios nos guardó. Ellos (Farc) tendrán sus intereses enterrados de La Colonia para arriba”.
El agricultor opinó que el Gobierno nacional debe efectuar una consulta popular, para saber si la gente está de acuerdo o no con las Zonas Veredales.
“No nos dejaremos imponer leyes de una izquierda que no ha hecho nada por la región. Esto será negativo, acá no van a llegar ‘monjas de la caridad’, es toda la gente que delinque en Meta, Huila y Caquetá, no sabemos cuántos serán, pero sí que sobre sus espaldas tiene cuentas con el Gobierno y la sociedad”.
La Colonia
La vereda que acogerá a los guerrilleros carga en su historia cientos de víctimas, cuando las guerrillas liberales se empezaron a formar para defenderse de los conservadores, el Gobierno, el Ejército y los chulavitas.
En este sector fue donde el teniente General y presidente Gustavo Rojas Pinilla ordenó a la Fuerza Aérea lanzar, entre el 7 y 10 de junio de 1955, al menos 50 bombas Napalm, lo que dejó destrucción en el caserío. Precisamente al llegar a él, lo primero que se ve son las paredes de lo que fue la iglesia.
Son bombardeos, que según uno de los residentes de la época, Édison Peralta, duraron desde finales de 1954 hasta finales de septiembre de 1955, en los que murieron calcinadas cientos de familias campesinas que vivían en la zona y otro tanto de guerrilleros liberales.
El terreno es húmedo, musgoso, y al caminar la tierra se hunde; aunque han transcurrido 60 años, la mayoría de huecos que dejaron las bombas siguen intactos, incluso en algunos de ellos, las personas cultivan peces.
En las paredes de las viviendas se leen mensajes a favor y en contra de la paz; el antiguo hospital se niega a caer y demuestra la potencia que alguna vez fue ese sitio, pues se trata de una construcción con columnas gruesas y que de acuerdo con un habitante, fue erigido: “Cuando el Gobierno sí invertía en el campo”.
Son 12 familias las que residen en esta vereda que está a 10 minutos más arriba de La Granja y que cuenta con la Institución Educativa Técnica Agroindustrial Francisco Pineda López, donde solamente asiste un estudiante, el cual recibe clases dos veces a la semana.
Le apuesta a la paz
Ángel Urbina, nacido hace 46 años en La Colonia, está seguro de que con la llegada de los guerrilleros puede firmarse la paz definitivamente y que en su caso no ve problema con los nuevos ‘vecinos’, pues ya vivió y sintió la violencia; dice que lo único que le interesa es seguir trabajando la tierra como siempre lo ha hecho.
Con las ruinas detrás de su delgado y sudoroso cuerpo después de haber jornaleado toda la mañana, cuenta lo que sus padres le narraban cuando en la región se mataban por un color político.
“Supe lo de la guerra que se generó en los gobiernos de Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla, cuando la gente se mataba por un color, ahora lo hacen por dinero. Cuando los chulavitas rajaban a las mujeres embarazadas y a los bebés los ensartaban en las bayonetas y gritaban que no podían dejar vivos a los cachiporros.
“Es que la guerrilla nació del campesino sufrido; los liberales al verse atacados se armaron para sacar a los contrarios; cuando con Juan de La Cruz Varela se alzaron en armas y luego los empezaron a atacar; acá hubo mucho muerto y acabaron con el pueblo”.
Ángel asegura que en su población ya se acostumbraron a convivir con los guerrilleros, quienes desde que empezó el proceso de paz no han vuelto a atentar contra nadie de Villarrica y que la llegada podrá traer beneficios al municipio, incluso asegura que le ha explicado a sus vecinos en qué consisten las Zonas Veredales.
“Esperemos que lleguen las ayudas, que como campesinos las necesitamos, acá somos muchos los que estamos de acuerdo con la paz, pues hemos sufrido mucho; hace ocho años vivimos sin que nadie nos moleste, y trabajamos y dormimos sin zozobra.
“Por eso, para mí, está bien que lleguen, porque estarán en un lugar donde estarán controlados, además, como le digo a los habitantes: ‘No demos temer a nada, la vida se la da uno mismo y un proceso debe terminar en algo’; además la granja es un buen sitio que tiene que ser recuperado”.
Según Ángel Urbina, alcanzó a cursar dos años en la Luis Bustamante, donde en las mañanas estudiaba y en la tarde salían todos a las prácticas en el campo, ya fuera en caficultura, ganadería, en la crianza de cerdos, aves y todo lo que fuera agronomía.
“Esa era la mejor educación, cuando el estado sí invertía en el campo, cuando a los muchachos se les enseñaba a trabajar la tierra, ahora no hay ayudas y a los jóvenes no se les puede enseñar a trabajar, porque de una vez dicen que les violamos los derechos”, puntualizó.
Con recuerdos frescos
Por la mente de los habitantes del casco urbano de Villarrica perduran los recuerdos de la noche del 16 de noviembre de 1999, cuando los guerrilleros al mando de alias ‘Romaña’ se tomaron la población; a un costado del parque principal están las ruinas que quedaron de los cilindros bomba y los ataques aéreos.
Estos vestigios se unen a las más de 200 casas que están a punto de desplomarse debido a una falla geológica que amenaza con hundir la población, y que originó que el hospital La Milagrosa fuera evacuado y, por ende, los médicos empezaran a atender en la sede del Comité de Cafeteros de Villarrica.
Los niños deben estudiar en aulas improvisadas porque el colegio en cualquier momento se podría derrumbar; la vía de acceso desde Cunday tiene más de 17 kilómetros sin pavimentar y las vías que conducen a Icononzo, Dolores y Cabrera están en pésimas condiciones.
Por eso, los habitantes que dicen aún no les han contado cómo va a ser la llegada de los guerrilleros, tienen opiniones divididas, pero coinciden en que el Gobierno se acuerde de una población donde además se bebe la peor agua del Departamento.
Entre los habitantes que tienen el recuerdo y las marcas de ese martes sangriento están Efrén Guerrero y su esposa, Lilia Montilla; en su casa cayeron dos cilindros, dejando la destrucción de cuatro casas, y mientras ellos salían con sus cuerpos envueltos en llamas, una adolescente de 17 años fallecía.
“Fue a las 9 de la noche, estaba en la sala, viendo televisión con mi esposa, escuchamos los disparos y ella me dijo que se había metido la guerrilla, cuando cayó la primera bomba en el zarzo, empezaron a hablar que desocuparan la manzana porque la iban a quemar.
“Cuando nos íbamos a ir al patio, cayó el otro cilindro, esa explosión destruyó las casas y resultó quemada la hija de Lizardo Parra”.
Francy Paola Parra Arias fue una de las víctimas, y, aunque fue trasladada al hospital Simón Bolívar de Bogotá, solo resistió hasta el 24 de noviembre, cuando falleció: sus restos reposan en el cementerio La Milagrosa de Villarrica.
“Se prendió todo, nosotros quemados salimos a la calle y solo se escuchaba la balacera; con un pedacito de pantalón que me quedó puesto, fuimos a la casa del vecino, allí la señora Carmenza, que en paz descanse, nos untó clara de huevo y solo hasta las 10 de la mañana nos llevaron al hospital, más adelante al Simón Bolívar, donde duré cinco días, parecíamos momias”.
Este hombre, nacido en Rovira y quien llevaba 40 años trabajando en su granero en la población, perdió el oído derecho debido a la explosión de las bombas; junto con su esposa, natural de Viotá (Cundinamarca), resultaron con serias quemaduras y en sus brazos blancos se aprecian las cicatrices.
Sin perder la sonrisa a pesar de haber perdido todo y cinco años después volver a levantar su negocio, más pequeño que el que destruyeron, opinó no saber mucho sobre las Zonas Veredales, pues hasta el momento el Gobierno nacional no les ha informado cómo y cuándo empezarán a operar.
En uno de los huecos que dejó el impacto, los Guerrero Montilla plantaron una mata de plátano que, entre risas, dicen le han sacado varios racimos.
Esperan ayudas
Por su parte, el alcalde Arley Beltrán espera que la llegada a la vereda elegida por las Farc, sirva para que el Gobierno invierta sobre la población que ha sufrido la violencia; cree que entres sus pobladores hay miedo por la llegada de los insurgente y solo espera que la gente no vaya a abandonar la población.
“En Villarrica siempre hubo guerras, liberales contra conservadores y la conformación oficial de las guerrilleras; así mismo la toma en 1999; entonces es difícil sacar de la mente la afectación psicológica, la gente está temerosa. Además Villarrica está cogiendo impulso y nos da miedo que vuelva a ‘pique’.
En cuanto a la oposición del gobernador Óscar Barreto Quiroga por las Zonas Veredales en el Tolima, el mandatario local dijo que: “En este momento lo que él aduce es lógico, no lo tuvieron en cuenta como cabeza visible para esta toma de decisiones”.
Y es que de acuerdo con Arley Beltrán, Villarrica necesita inversión en su infraestructura, pues la comunicación hacia Icononzo, Dolores, Cabrera (Cundinamarca), está sin pavimentar y cuando arrecia el invierno, el paso se hace más difícil.
“No contamos con hospital, pues debido a la falla geológica que desde hace unos años tiene a punto de destruir más de 200 casas, ya colapsó, ahora está en la sede del Comité de Cafeteros donde se paga arriendo y sin las condiciones óptimas”, puntualizó el Alcalde.
Dato
En 1954 y 1955, La Colonia sufrió los peores bombardeos del Gobierno, ataques que, según historiadores, no se han registrado en otro país suramericano. El próximo domingo, el relato de un sobreviviente, de cuando en Villarrica llovía fuego.
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