Ella es Helen, una jovencita trans que vende su cuerpo en Ibagué: un relato desgarrador

Crédito: Archivo / El Nuevo DíaHelen, es una joven trans de 23 años que ejerce como trabajadora sexual en Ibagué.
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Durante décadas, la prostitución ha sido un tema presente en Colombia, e Ibagué no es ajena a ello.
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Hombres, mujeres y trans se han dedicado a ofrecer servicios sexuales, por necesidad o porque desde su hogar es una práctica normalizada; una forma más de conseguir dinero, pero donde se arriesga la vida diariamente.

Uno de estos casos, es el de Helen, una joven trans que pasa los días vendiendo su cuerpo en Ibagué, quien contó su historia a El Nuevo Día.

Cuando salgo de mi casa llevo en mi mente que algo malo va a pasar, y si no pasa le doy gracias a Dios” comentó Helen, que labora como trabajadora sexual en La Variante.

La pérdida de su mamá cuando solo tenía seis años es la razón por la que ella cree que su trabajo se dio en esta zona, pues, a pesar de que siempre tuvo un plato de comida en su mesa, la falta de apoyo, amor familiar y rechazo por su identidad de género la arrojaron a la soledad, lo que más odia.

A sus 17 años, sin plata, con las enseñanzas al igual que las marcas que deja la calle, y con el firme deseo de tener cuerpo de mujer, una amiga le inyectó silicona industrial en la cola, consecuente a ello, llega a ejercer la prostitución, una labor que, aunque considera honrada le da asco.

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Antes de venir a pararme aquí meto pegante porque es la única forma en la que puedo trabajar porque ser consciente de que me toquen, aguantar humillaciones de otros, es duro. Además, estamos en un mundo tan mojigato e hipócrita, que no es capaz de aceptar que hay hombres que vienen acá en busca de un trans para que los penetre porque les da pena su orientación o deseo sexual”, acotó.

Con un paquete de pañitos húmedos, una sombrilla, un canguro, mini falda y varias cicatrices en sus piernas, Helen, de 23 años espera la parada de algún cliente para atenderlo en la parte de La Variante que considere pertinente, y cobrarle según el servicio brindado.

Me gusta trabajar con los muleros porque son los que mejor pagan, a veces vienen en moto o taxi a ofrecer dos mil o cinco mil pesos, pero no los atiendo, porque después tienen el descaro de ir donde los amigos y decir que un marica se los chupo por dos mil pesos, y eso es denigrante”, afirmó en su relato.  

Si no nos vamos de aquí, esta Variante algún día nos va a matar, es la frase que Helen y sus otras dos compañeras que se ubican metros más abajo que ella, repiten constantemente.

 

 

Si un día me llego a morir acá, muero contenta, pero si logro darle una casa a mi familia e irme a Europa seré la persona más feliz, Helen.

 

Los peligros de ejercer como trabajadoras sexuales

 

Una mujer migrante del Valle del Cauca, con 14 años en la Variante, indicó ser dueña y señora de la vía, ya que se ha ganado el derecho a trabajar en ese lugar.

Como esta vía es tan sola, muchas veces los caminantes, hinchas de algunos equipos de fútbol, o los brilladores de mulas vienen a robarnos el dinero, por eso he aprendido a estar con los ojos bien abiertos y ante cualquier situación solo queda escondernos en el monte, pues si nos enfrentamos a ellos o a las personas que pasan insultándonos, después vienen nos apuñalan o algo y por ser putas suerte, a nadie le va importar, y cómo la gente no me da de comer, no me voy a desgastar con gente grosera e ignorante”, señaló.

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El objetivo es reunir como mínimo 100 mil pesos en una noche para irse a descansar, antes de la construcción de la doble calzada ellas aseguran que se hacían más dinero, pero ahora así llueva o haga mucho frío deben permanecer en la vía para no irse con menos de esa cantidad de dinero.

Siendo conscientes de la inseguridad de esta vía, cuando se les preguntó a estas mujeres si no les daba miedo ser accedidas carnalmente sin su consentimiento, ellas a carcajadas respondieron “no pero ya violadas pa donde, estamos cerraditas como el túnel de la línea, nuestro miedo es más que todo que nos lleguen a chuzar, cortar o robar”.

De lo que ellas no son conscientes es que cada vez que brindan un servicio y no les pagan, o no le dan la cantidad de dinero acordada o les dan billetes falsos, están siendo estafadas o como coloquialmente se dice ‘conejiadasas’, una táctica para aprovecharse de la necesidad como de la falta de regulación y control que tiene la prostitución, una labor socialmente mal vista.

El día que me golpearon muchos medios dijeron, botaron a un trabajador sexual a la calle porque se lo chupo sin condón, pero nadie dijo que había un violador en la calle atacando a personas, Helen.

 

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Credito
El Nuevo Día

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