Buenaventura, entre la violencia y la esperanza

José Javier Capera Figueroa

Las coincidencias de la vida siempre tienen sentido por más que uno intente obviarlas o echarlas de menos – en lo profundo de esto se presencia la diferencia entre lo pensado, la realidad y la crisis que tanto se aprecia en estas tierras.

Resultó ser el caso de volver a Buenaventura, una tierra bendecida por los mares, las playas, la biodiversidad, la cultura mezclada con una tradición y una historia colonial de la raza negra.

Al ingresar por el retén y mirar los rostros del pasado y la necesidad del presente, se llega al punto de pensar: “Hasta dónde se ha llegado” – Claro, hasta donde ha llegado la violencia, la miseria, el despojo, la hambruna, la corrupción y el tradicionalismo político en estas tierras. No es cuestión de realizar una crítica ‘per se’, pero sí de mencionar que una región tan clave para el desarrollo nacional y global sea literalmente un proyecto fallido resultado del capitalismo tardío en Colombia.

Un capitalismo impuesto bajo estructuras incipientes, instituciones burocratizadas, normatividad homogenizada y, lo más triste, una mentalidad triunfalista en el derrotero de la pobreza y la pérdida de la dignidad humana.

Pero qué sucede con Buenaventura, la tierra del porteño, el arrechón, el viche y la salsa – un espacio para la alegría, el sabor y la belleza de la mujer del Pacifico – Una cultura digna de sus tradiciones afro y sobre todo un lugar de enunciación sobre la historia de comunidades negras víctimas del desarrollismo industrial, la ampliación de la sociedad portuaria con un telón de fondo de desplazamiento resultado de la lógica mercantilista de estos gobiernos de turno.

Asimismo, un conjunto de administraciones ineficientes resultados de la impericia administrativa y política, un escenario victimizado internacionalmente con una mirada nacional de pobreza, narcotráfico y lo más peyorativo una tierra de solo problemáticas – lástima escuchar de los imaginarios sociales y la voz de algunos ciudadanos conceptos tan vituperantes del bello puerto de Buenaventura.

Mi objetivo no resulta negar una realidad cruda teniendo en cuenta el retraso social y la crisis estructural que presenta el puerto, pero sí de mencionar la esperanza en medio de la violencia y la necesidad por construir otra realidad, el Bonaverense pacífico vive entre la salsa y el sabor de contar sus historias populares, en conocer un mejor futuro para sus generaciones y sobre todo en respetar las virtudes del puerto y el amor por su cultura colonial, véase http://www.semana.com/nacion/multimedia/asesinatos-desapariciones-en-buenaventura/420765-3, http://www.semana.com/nacion/articulo/buenaventura-se-le-salio-de-las-manos-del-gobierno/419906-3

El punto de inflexión más fuerte se encuentra en ser un proyecto fallido del capitalismo contemporáneo una tierra que tiene todo por dar y todo por construir, un lugar que no tiene nada que envidiarle a las grandes ciudades – dadas sus condiciones geográficas, sus bienes comunales y sus fuentes materiales e inmateriales; en Buenaventura existe nichos por investigar, escribir y proponer, pero lástima que solo sea el foco de inversión para generar programas asistencialistas y aplicar modelos hegemónicos que solo reproducen la crisis de acumulación del capital, el abaratamiento de lo político y el vacío líquido de lo público.

Bien lo mencionaba mi maestro Dussel cuando argumentaba que el pensamiento de Franz Fanon tiene gran aceptación con la realidad de los pueblos del Sur, cuando mencionaba que ya la voz del excluido, el pobre, el marginado resulta ser solo un instrumento de dominación para las élites y en particular un punto para instrumentalizar la política, la lógica extractivista y las estructuras de un fallido pensamiento económico como resulta ser el capitalismo tardío en Latinoamérica.

Parte de esto se articula con la descripción realizada por Marx en el tomo II y III en los que describe la función del trabajo vivo, el trabajo objetivado y la función del valor de uso (trabajo concreto). En esta enunciación se puede comprender críticamente las injusticias, la explotación y la miseria que se impuso en el “Tercer Mundo”. Dicha lógica es la que se vive en Buenaventura, una tierra entre la esperanza y la violencia, el dolor y la felicidad.

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