¿Y del Altruismo qué?

Carmen Inés Cruz Betancourt

Excelente que haya en nuestro medio exitosos emprendedores que apostaron a negocios altamente rentables, que han logrado superar las dificultades que surgen en el camino, generan empleo para satisfacer las necesidades de sus empresas y ello les ha permitido acumular riqueza y gozar de enorme bienestar para sí mismos y su familia. Es algo para celebrar si se trata de empresas que cumplen con honestidad y rigor las normas vigentes, y también en consideración a las actuales circunstancias en que los negocios enfrentan graves quebrantos.
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Por supuesto, mucho mejor si esos empresarios son personas altruistas, esto es, si se interesan en el bienestar de otros y apoyan a quienes necesitan ayuda no solo con lo que les sobra; si lo hacen sin esperar recompensa y con fundamento solo en posturas éticas y morales. Diremos entonces que son personas altruistas.

Hablamos de quienes asumen actitudes solidarias y apoyan no solo a comunidades vulnerables sino que también se comprometen con muy diversas dimensiones del desarrollo de las comunidades, de la región circundante o de un entorno más amplio. Pero si lo único que hacen es para su propio beneficio y el de su familia, perdieron el año, como dicen los jóvenes. Bien por ellos y sus allegados que les agradecerán los favores recibidos pero no habrán dejado huella que trascienda al final de su jornada.

El altruismo es un comportamiento que se observó en nuestro medio en tiempos pasados pero que, infortunadamente en esta época parece que poco se practica. Inclusive se dice que penosamente es una carencia que se presenta especialmente a la “gente pudiente”, y que acaso son más solidarios quienes tienen menos porque son más conscientes del sufrimiento de quienes carecen de casi todo.

El altruismo, que involucra la generosidad, la solidaridad y la compasión, no es privativo de quienes más tienen, son comportamientos que se aprenden, especialmente con el ejemplo que se recibe en el seno de la familia, en la escuela, en el trabajo, en el entorno y particularmente de la dirigencia. Se practica con discreción y sin ostentar porque no se trata de demostrar cuán bueno es, ni de hacerse publicidad. No es altruista quien aporta solo para obtener beneficios de algún tipo, como en las campañas políticas, porque en esos términos el apoyo se convierte en un trueque.

En un contexto como el nuestro, en el que la pobreza y la inequidad social alcanza niveles dramáticos y el desarrollo de la región es precario, resulta imperativo que todas y todos entendamos que tenemos la ineludible responsabilidad de aportar sin importar cuánto, ni qué; a veces es tiempo, ideas, compañía y recursos de muy diverso orden, y se espera que aporten más quienes más tienen, de otro modo estaremos sumando a esa gran deuda social que hemos acumulado y que se convierte en una amenaza que nos pone en peligro a todos.

Entonces, preguntémonos ¿Cómo estamos en materia de altruismo? y respondamos con honestidad para actuar en consecuencia, acaso tendremos que corregir el rumbo de nuestro quehacer en muchos aspectos e inducir a otros para que también lo hagan.

CARMEN INÉS CRUZ

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