La carrera Tercera de Ibagué, radiografía de nuestros males

Carmen Inés Cruz Betancourt

Hasta hace un par de décadas se solía invitar a “un tercerazo” significando con ello un paseo amable por la vía principal de la ciudad, con la posibilidad de encontrar amigos y parar en algún lugar a tomar café. El escenario ha cambiado drásticamente y hoy, la carrera tercera, desde la calle 9ª. hasta la 19, es cruel reflejo del acumulado de males que nos afectan.
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Y puesto que es una vía que incluye un trayecto peatonalizado, un tumulto de vendedores que “rebuscan su día a día” invaden andenes y calles; hacen difícil la circulación de peatones y deprimen el comercio formal que sobrevive. Se agrega un vasto número de drogadictos e indigentes, incluyendo niños, que se instalan en el suelo. Artistas callejeros, payasos, música y cornetas estridentes llaman la atención para pedir limosna o para invitar compradores. Se suma la presencia de basuras esparcidas por doquier y un piso que luce sucio a pesar de que haya sido lavado minutos antes, más la ausencia de numerosas rejillas robadas de las alcantarillas.

La inseguridad también campea, se dice que los vendedores que compiten por un lugar, pagan a organizaciones que fungen como propietarias del espacio público; el raponazo y cosquilleo abundan y afirman que algunos vendedores son mascarada para venta de estupefacientes.

También los parques, plazas, plazoletas del entorno y varias calles que convergen con la carrera 3ª, especialmente la 14 mal llamada “Calle Bonita”, ofrecen un espectáculo similar, y se agrega un gran déficit de cultura ciudadana.

La carrera 3ª es hoy un “mercado persa” que abruma y hasta intimida, por tanto, ahora nadie invita a dar un “tercerazo” a menos que quieran constatar la magnitud de los problemas socioeconómicos y de seguridad que nos aquejan; es una triste radiografía de dichos males. Allí resulta evidente la enorme pobreza y desempleo que nos agobia, sobre lo cual el Dane reporta que en 2020 en el Tolima, 19% de los hogares enfrentó pobreza multidimensional y en los Centros Poblados y Rural Disperso llegó a 34%. A su vez, en 2020 los habitantes de Ibagué que vivían en situación de pobreza monetaria (ingreso mensual no superior a $384.428) ascendían al 43,2% y quienes enfrentaban pobreza monetaria extrema (ingreso mensual no superior a $146.345) llegaban a 13,2%. Y en cuanto al tipo de trabajo de la población ocupada, vista en conjunto, el 52,8% estaba en situación de informalidad y para las mujeres ascendía a 57%. Destaca el mismo Dane que si bien la pandemia ha agudizado estos problemas, ellos ya eran graves antes de ese devastador evento. Tristemente cuanto se observa en nuestra vía principal parece haberse asumido como parte del paisaje, a pesar de que sí hay acciones que pudieran adoptarse para mitigar algunos de los graves problemas observados, pero parece que priman la inacción de las entidades competentes y la indolencia ciudadana.

Ahora bien, es claro que en el marco del modelo social, económico y político en que vivimos y la pandemia, no se ven soluciones de corto ni mediano plazo, inclusive, en estos términos lo único que se puede esperar es que las cosas empeoren. La generación de ingresos mediante el trabajo productivo no se vislumbra, porque la corrupción, el centralismo, el abandono del campo, la precariedad de las vías y de la conectividad y la inseguridad, expulsan gente de todos los rincones del departamento y de otras regiones, incluyendo de países vecinos, que agobiados llegan a la Capital Musical en busca de oportunidades, o de paso hacia otros destinos.

Corresponde a la ciudadanía optar por fórmulas que abran la puerta a un futuro mejor que implica elegir una dirigencia realmente comprometida con el desarrollo, la justicia y la equidad; ello requiere entender que está en nuestras manos elegir personas honestas, idóneas y comprometidas con un cambio que no se quede en discursos y promesas incumplidas. El año 2022 nos da esa oportunidad excepcional y no podemos dejarla pasar, es un gran desafío.

Carmen Inés Cruz

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