Caos vial y clamor ciudadano

Carmen Inés Cruz Betancourt

Diariamente se denuncia la congestión vial que se vive especialmente en las avenidas Ambalá y Guabinal de Ibagué, y también en las carreras 1ª, 5ª y 8ª, y tal parece que el único futuro que tiene este grave problema es empeorar, a pesar de que uno de los asuntos que mayor ineficiencia y malestar genera en una ciudad es el caos que se padece en sus vías, que lleva a que recorridos que deberían hacerse en 15 a 20 minutos tarden una hora y más. Y cabe señalar que, en opinión de expertos, la avenida Ambalá tiene serios problemas de diseño básicamente porque las glorietas son muy pequeñas para resolver la gran afluencia de vehículos en esos puntos.
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La ciudad se ha desarrollado entre un piedemonte y el Río Combeima y ello ha determinado su topografía alargada y angosta, con muy pocas vías tanto para ingresar como para salir del centro,  lo cual aporta a la congestión, que se agrava cada día por la creciente densificación resultante de la construcción de numerosos y enormes edificios de multifamiliares que se apiñan en el entorno del Barrio Ambalá y El Salado y de tres centros comerciales en el sector de la calle 60 entre avenidas Jordán y Ambalá.  Se suma el creciente parque automotor de la ciudad, la adopción de la motocicleta como medio de transporte, para bajar costos y ganar tiempo, y que lamentablemente a manera de enjambres circulan en gran desorden. Agrega a la congestión el mal hábito de parquear en cualquier lugar y el severo deterioro de la malla vial en varios sectores de la ciudad.  Para mitigar el problema que se venía venir, hace cerca de tres décadas, siendo alcalde Francisco Peñaloza, diseñaron la carrera 13, trazada al borde de la montaña, entrando por la calle 19 con recorrido detrás de la zona de Ambalá y con salidas a la avenida del mismo nombre. Desde entonces, se formularon estudios y diseños y también críticas pidiendo replanteamientos y especial atención a la preservación del ecosistema de aquel entorno. Así mismo, han planteado la pertinencia de que se estructure en dos o tres tramos autónomos y muy articulados a fin de que cada uno pueda desarrollarse en tiempos razonables y se evite que desborde la capacidad de financiación y de gestión. Su ejecución ha sido compromiso, al menos de las cuatro últimas alcaldías y también de gobernadores; el tema se retoma de vez en cuando pero nada sucede, así que seguirá mencionándose especialmente en época de campañas electorales.

Llama la atención que entre tanto, se anuncian obras viales complejas y costosas en la ciudad como un intercambiador en el sector de la carrera 5ª con calle 60 (sector de la Panamericana) al cual no se le reconoce prioridad. Surgen entonces varias preguntas: y dónde está la planeación de la ciudad en esta materia? ¿y qué pasa con la renombrada carrera 13? ¿ y si no es esa una buena alternativa cuál entonces?

Sobra insistir en la urgencia de enfrentar el problema, porque de no hacerlo, se cae el discurso sobre lo atractiva que resulta Ibagué para los bogotanos que huyen hastiados del caos de la gran capital y buscan un lugar grato para vivir e invertir. También se cae el imaginario de que “Ibagué en un buen vividero” donde se disfruta de tranquilidad y seguridad, igual que la expectativa de hacer de esta, una ciudad atractiva para el turismo. Por supuesto, es imperativo que se entienda que si la carrera 13 con los replanteamientos que requiera el diseño inicial es una alternativa viable, debe asumirse como un proyecto que exige voluntad política y rigurosa continuidad en varias administraciones municipales y departamentales para asegurar que no se convierta en un “elefante blanco”. Y si no es esa la mejor alternativa, urge que se formulen planeamientos serios que deben abordarse como un programa que incluya no solo la construcción de una vía, sino otras acciones como el ejercicio de la autoridad, el fortalecimiento de la cultura ciudadana, señalización, disponibilidad de parqueaderos y mejoramiento de la malla vial.

CARMEN INÉS CRUZ

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